El Externado quiere verdaderos debates de los candidatos a consejo directivo con preguntas abiertas sin libretos, sin censura ni restricciones. Quien no esté dispuesto a responder todo, que no aspire a nada.
Las cabezas de las tres listas que participarán en las elecciones para definir los representantes de los profesores al consejo directivo dieron a conocer a EL RADICAL sus principales propuestas para el periodo 2022 – 2024.
El modelo de gobernanza de la Universidad, el estatuto profesoral y sortear la crisis financiera, serán, entre otros, los temas de la agenda del nuevo directivo. Y, desde luego, entorno a ellos gravitará siempre el tema de los privilegios de los docentes de Derecho.
Así nos llama el Rector del Externado a quienes decimos verdades incomodas para la Universidad. Esa frase despectiva y arrogante también es una forma de corrupción, al ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios.
Así nos llama el Rector del Externado a quienes decimos verdades incomodas para la Universidad. Esa frase despectiva y arrogante también es una forma de corrupción, al ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Tenía lista una columna acerca del deporte en el Externado, tema que me parece sensible y que está de moda por cuenta de los triunfos de nuestros deportistas que, casi siempre para lograrlos sacrifican la calidad de su educación superior a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, en donde el deporte universitario es la incubadora de campeones. Me ocuparé en la próxima edición.
Hoy debo dar cuenta de un par de temas que surgen de mi ocasional encuentro en Bucaramanga con el Rector Henao. Dejo claro que, durante sus épocas de becario en Francia, cuando fue mi profesor en posgrado y maestría, así como durante su periplo como Procurador Delegado ante el Consejo de Estado, tuvimos una relación más que cordial que incluso podría calificarse de incipiente amistad. Sin embargo, luego de nombrado Rector es la tercera vez que me cruzo palabras con él, a pesar de mis intentos fallidos de hace unos años por obtener una cita solo para saludarlo y felicitarlo. Uno en un entierro y otro en la Cámara de Comercio, y el encuentro del pasado viernes. A eso se ha limitado mi relación en estos años con Henao en el poder.
Me encontraba en uno de los salones del antiguo Hotel Bucarica a punto de iniciar mi clase en la especialización de Derecho Procesal Civil, cuando irrumpió –es la palabra exacta- el Rector, y desde la parte de atrás del salón me dijo “el Doctor Estrada, opositor y todavía no lo han echado del Externado”. Su sonrisa en la cara me aclaró, que no a los estudiantes, que no se trataba de una amenaza velada, sino de un chiste un poco flojo, con el que arrancó una franca y cordial conversación de casi veinte minutos.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
No voy a incurrir en la ligereza de convertir en columna esa conversación privada, pero por su relevancia voy a tocar dos temas que salieron a flote luego del “saludito rectoral”, pues de ellos me he ocupado en esta columna en el pasado y han sido tema de varios editoriales de El Radical que he compartido en forma íntegra.
Ofrezco excusas a mis lectores si estas líneas superan el espacio habitual, pero el asunto lo amerita.
La Rectoría es de puertas abiertas, respeta, tolera y promueve la crítica respetuosa
No tengo duda de que esa sea la premisa, de labios para afuera. Pero los hechos son tozudos y demuestran lo contrario. La Rectoría sí tiene las puertas abiertas, pero no para los críticos, sino para los áulicos y aplaudidores, a quienes la lagartería los ha llevado incluso a anunciarse, abusivamente y desmentidos ya, como “voceros del Rector”. Ese es el precio que se paga por promover esos sistemas de poder casi monárquicos, en los que la cercanía con el “rey” hace poderosos a mediocres, promueve abusos y aísla al monarca, a quien solo le dicen lo que quiere oír. Si queda algo del Henao que conocí, debería pasar del dicho al hecho y promover un debate abierto y franco sobre el manejo y futuro de nuestro Externado, con reglas claras, temas definidos, desde luego en un ambiente propositivo y constructivo. Que nadie se llame a engaños, los Radicales nos debemos al Externado y solo queremos lo mejor para nuestra casa de estudios. Mientras ello no ocurra, quienes vemos las cosas de otro modo y no tenemos el privilegio de “entrar” a la Rectoría tendremos que seguirlas diciendo en otros escenarios, recibiendo el calificativo de opositores.
En el Externado no hay corrupción y esa es una acusación injusta y temeraria
Para abordar este tema lo primero que hay que tener claro es ¿Cuál es alcance del concepto de corrupción? Si incurrimos en el error de sostener que es solo apropiarse de recursos, pues sin duda quien esto escribe no tiene pruebas de que ello ocurra en el Externado –aunque seguimos sin conocer los resultados de la famosa auditoria y la anhelada rendición de cuentas, que podrían evidenciar otras cosas-.
Para no entrar en terrenos farragosos, me limito a la definición de la RAE. Corrupción es la acción y efecto de corromper. Depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar. La corrupción, en consecuencia, puede tratarse de una depravación moral o simbólica. Se corrompen las tradiciones, por ejemplo. Y ciertas afirmaciones en boca de un directivo del Externado contribuyen a la corrupción del respeto a la crítica, que en el Externado debe ser sagrado. La corrupción es también incurrir en “abusos del poder” para obtener ventajas ilegítimas y defraudar la confianza pública.
Puesto el concepto en ese contexto, legítimo y cierto, sí es posible sostener que en el Externado hay hechos de corrupción. Decir, por ejemplo, que quienes escribimos en El Radical lo hacemos porque queremos poner a Eduardo Montealegre de Rector, es una afirmación mentirosa que constituye corrupción, pues se falsea la realidad para buscar beneficios personales. Mantener como docentes a mediocres cuyo único mérito es su amistad con un poderoso, es corrupción; convertir una reelección en una prórroga automática del periodo rectoral, es corrupción. Minimizar casos de presunto acoso laboral y/o sexual, es corrupción. Repartir beneficios, becas y cursos en el exterior sin criterios objetivos, corrompe el sistema de méritos y mata la igualdad. No convocar a elecciones de Consejo Directivo sino para ajustar los cupos de los estudiantes, cuando el periodo de los profesores está aún más que vencido, es corrupción.
Todos estos actos y otros más que dejo entre el tintero, son corrupción porque echan a perder, pervierten y legitiman el uso abusivo del poder en beneficio de un interés personal y, repito, traicionan la confianza pública.
Mi conversación con el Rector concluyó como empezó. En efecto, le dije con franqueza que era mucha la gente que coincidía en las apreciaciones que le di. Sonriente me dijo desde la parte de atrás del salón con su inconfundible forma de hablar “son diez gatos”. Esa frase despectiva y ese convencimiento arrogante lo resume todo, pues es también una forma de corrupción, al ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios para continuar ejerciendo un poder ilimitado y arbitrario. El Rector olvida que muchos callan para mantener privilegios.
Otros hablan, pero no de frente, y pocos decimos las cosas mirando a los ojos o firmando con nombre y apellido, porque nuestro estómago no está conectado a la sonda inagotable de la pagaduría del Externado y somos libres no solo para el discurso de liberalismo, que se debe publicitar, pero, sobre todo, ejercer sin atropellar.
Según el ranking QS 2019–2020, la Universidad Externado de Colombia perdió 73 puestos en comparación con el año anterior. Señores que manejan la página Web institucional, no hay nada que celebrar y las noticias hay que darlas completas.
Según el ranking QS 2019–2020, la Universidad Externado de Colombia perdió 73 puestos en comparación con el año anterior. Señores que manejan la página Web institucional, no hay nada que celebrar y las noticias hay que darlas completas.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
La presentación de cifras y datos de forma desfigurada o parcial por parte de gobernantes y empresarios para ganar indulgencias con padre nuestros ajenos, es una práctica malsana que ha hecho carrera. Por fortuna las redes y el acceso a la tecnología de la información permiten cada vez más poner en evidencia a quienes acuden a ese expediente, algunas veces de buena fe, otras por torpeza y en no pocas de forma calculada para despistar incautos. De esa forma quienes no “tragamos entero” estamos en posibilidad de ir un poquito más allá y hacer una lectura juiciosa de los datos que se presentan de manera acomodaticia.
En estos días hice la tarea. No para “darle bate” a la Universidad, como me dijo un querido amigo que se ha dejado contaminar de la tesis que se prohíja desde las altas esferas de poder del Externado para estigmatizar las voces -cada vez más numerosas- que hacen justos reclamos de transparencia, sino para encender las alarmas y se recupere el rumbo de nuestra Universidad, por cierto cada vez más extraviado.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
¿Qué dato me puso en el plan de ratón de biblioteca? Fue la revelación en varios medios de comunicación –El Tiempo y El Espectador– del ranking internacional QS 2019–2020, al que se le hizo eco en la página Web institucional de la Universidad, destacando que “una vez más el Externado de Colombia se ubicó entre las 500 mejores instituciones de educación superior del mundo” lo que me puso a investigar. Y es que el titular me alegró, pero me generó varios interrogantes.
Primero me pregunté ¿Cuántas universidades hay en el mundo? porque un listado de 500 me parecía excesivo. Mi precario trabajo de investigación me permitió evidenciar que, según las cifras que manejan distintos portales, se estiman en 19.000 los centros de educación superior, con 4.000 en solo América Latina. En esa medida, mi primera preocupación quedó superada. Estar entre las 500 no es mala cosa. Pero ya el segundo párrafo de la nota publicada en nuestra página Web no me alegró tanto. Los Andes (puesto 234) y la Nacional (puesto 253) se ubicaron dentro de las 300 primeras. Nuestro Externado (480) cerca del final de la tabla. Igual, mantuve el optimismo y me dije como consuelo: estamos en las 500.
El dato que si me mortificó y que espero esté siendo analizado de manera juiciosa por nuestro Rector y el Consejo Directivo, fue el que encontré en varios medios que analizaron los resultados del ranking y que, seguramente por un olvido no se mencionó en la noticia publicada en la página Web del Externado. Varias de las universidades colombianas subieron de puesto en el publicitado escalafón. La Nacional y Los Andes encabezan ese listado. Y solo una universidad había descendido en comparación con la medición anterior. Como dice mi tía, la risa se me volvió llanto cuando confirmé con mis búsquedas que nuestro Externado era esa universidad a la que, sin mencionar -seguro por prudencia o vaya uno a saber por qué razón- se referían El Tiempo y El Espectador en sus notas.
En efecto, en el mismo ranking QS 2018–2019, nuestra universidad ocupaba el puesto 407 entre las 500. Hoy en la medición 2019–2020, ocupamos el puesto 480. ¡En un año perdimos 73 puestos! ¡Esa es la noticia! y no creo que sea para celebrar. ¿Qué nos pasó si vamos volando, como dicen por ahí? Me quedaré esperando la explicación, pero ahí le dejo el dato a los que le hicieron tanta bulla a las mentiras verdaderas de nuestra página Web.
Posdata. Y si lo del ranking QS es una mala noticia, ni hablar de los resultados de la Facultad de Derecho en las Pruebas Saber Pro: el noveno puesto por debajo de Icesi, Eafit, Sabana y la Universidad del Norte. ¿Vamos volando o empezamos a planear?
Las diferencias y los desacuerdos en el Externado deberían promover nuevas ideas, de progreso y no alimentar más el aislamiento y el autoritarismo.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Es fácil promover el disenso de manera discursiva. Ser grandilocuentes hablando de tolerancia y de respeto por las ideas de los demás. Señalar en público las bondades de tener contradictores legítimos, vanagloriarse de oír y respetar a los críticos, de nutrirse de las ideas ajenas, para luego, en privado, descalificarlos, desacreditarlos y promover su aislamiento.
La sociología política coincide en la importancia que tiene el disenso para el mantenimiento de las democracias robustas y sanas. Las diferencias y los desacuerdos son promotores de nuevas ideas, de progreso y se erigen como límite a los abusos de poder. El unanimismo, por oposición, les hace daño, las hace estancar y legitima los abusos de quienes ejercen el poder.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Cuando acepté la invitación de varios de mis maestros de la Facultad de Derecho para participar en El Radical, pensé en los postulados del liberalismo radical que fueron el estandarte fundacional de nuestro Externado. También se me vino a la cabeza la célebre definición de liberalismo del médico y humanista español Gregorio Marañón, que sentenció que liberal es “quien está dispuesto no solo a entenderse con el que piensa de otro modo, sino también a dejarse convencer y hacer propios los argumentos del contendor”. Juré que esos postulados formaban parte de la genética externadista y por eso invoqué el que el Dr. Hinestrosa denominaba el “talante externadista” en mi primera columna en esta tribuna. Lamentablemente, me equivoqué.
Hoy, cuando El Radical ya no es una quimera sino una realidad, como lo confirman las visitas a la página de nuestra sexta edición –3.500 lectores en una comunidad estimada de catorce mil estudiantes–, corrobora que los externadistas tienen un “taco en la garganta” pero que no se atreven a sacar. ¿Extravió nuestra comunidad el talante al que tantas veces aludió el Dr. Fernando? Pareciera que muchos están presos de esa relación Externado – estómago, pensando solo en ellos, en su zona de confort y no en la Universidad.
No obstante, nos leen y bastante. Pero nadie que pertenezca a la comunidad profesoral se atreve a dejar un comentario en la página. Lo curioso es que, cuando esta nota esté al aire, recibiré varias llamadas o mensajes de datos para comentarla o hablar del editorial. Los profesores saben que hay síntomas visibles de una democracia enferma en nuestro Externado: Consejo Directivo sin renovarse, un sistema electoral que no garantiza la representación de las minorías, dádivas que compran silencios y muchas otras cosas que se deben corregir. Pero nadie quiere “desafiar” a las directivas del último bastión liberal de la academia, que se han encargado en privado de satanizar el disenso.
Se le está haciendo tarde al Rector Henao para mostrarnos que su liberalismo va mucho más allá de promover la apertura de un baño mixto en el bloque A. Ojalá aproveche el tiempo que le queda, por el bien del Externado.
Atención a los candidatos al Consejo Directivo del Externado, varios posan de buenos, aunque tienen pésima ortografía y no aguantan el escrutinio juicioso de sus ejecutorias.
Atención a los candidatos al Consejo Directivo del Externado, varios posan de buenos, aunque tienen pésima ortografía y no aguantan el escrutinio juicioso de sus ejecutorias.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
El caso del hoy ex senador Antanas Mockus nos ha ratificado a muchos esa sentencia de la sabiduría popular que dicta que para algunos es mejor parecer que ser. Nunca fui mockusiano. En esa medida no me siento engañado. Su tema de cultura ciudadana y logros como el de hacernos cruzar por la cebra o convertir en hábito el uso del cinturón de seguridad –que lo hicieron célebre como gobernante–, me parecen bastante básicos; y sus patanerías pedagógicas como la lanzada de agua en la cara a sus contendores, la bajada de los pantalones para protestar y los baños arrepentidos en aguas turbias de las piletas del Parque Nacional para lograr el perdón de sus simpatizantes, nunca dejaron de parecerme calculados recursos para repuntar mediáticamente. Ahora bien, que le hayan funcionado y logrado parecer durante mucho tiempo lo que no era, es otra cosa.
Como Alcalde de Bogotá dejó ver su talante, pero sus “travesuras” ocultaron los actos que nos mostraban el verdadero Mockus. Decidió, por si y ante sí que debía convertir el Palacio de Liévano en su residencia. Si mi memoria no me falla es el único mandatario local que ha decidido tener residencia oficial pagada con nuestros impuestos. Durante esa estancia en Liévano hubo denuncias serías acerca del pago de “mercados” incluidos elementos de aseo para su hija menor con cargo a recursos del Distrito. Tamaña indelicadeza también le fue perdonada. Y, remató esa primera administración, dejando el cargo para aspirar a la Presidencia de la República traicionando a sus electores y sucumbiendo a su desmedida ambición de poder. Luego vinieron su enfermedad, los infames ataques del uribismo que lo hicieron víctima y su cacareado rol de “consultor pedagógico” a través de su fundación Corpovisionarios, con la que se llenó de contratos estatales y, porque no decirlo, se benefició de forma directa.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Pero tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe. En las últimas elecciones sucumbió a las súplicas de los verdes para encabezar su lista al Senado y evitar que el Partido no lograra el umbral. De nuevo se movió por el borde. Pretendió que ser el representante legal de Corpovisionarios y que los contratos celebrados seis meses antes con entidades del Estado no lo privarían de ser candidato con el frágil argumento de que, a pesar ser su condición y de la expresa prohibición legal, había delegado la facultad de contratar. Una argucia, una pirueta, una trampa de esas que no se puede ocultar. El Consejo de Estado dejó las cosas claras y la pirinola cayó en “no todo vale”. Ahora el profesor es un feroz tutelante que quiere darle tono de persecución política a una decisión judicial que no tiene mácula y borrar sus culpas antes sus quinientos mil electores defraudados.
Engañó a muchos durante mucho tiempo el profesor. Eso suele suceder. Hay personajes que logran subirse en pedestales morales que no les corresponden, ocultando su verdadero talante y condición humana. En todas las comunidades existen. Nuestro Externado no es la excepción.
Por eso ahora que se anuncian elecciones y que habrá candidatos –impuestos y espontáneos– tenemos que abrir el ojo. Hay muchos personajes de dudosa ortografía que posan de buenones pero que no aguantan el escrutinio juicioso de sus ejecutorias. De esos que con un soplido suave puede irse de bruces, pues tienen largo rabo de paja.
“Soles de la calle oscuridad de la casa” diría mi abuela. De esos no queremos en el Consejo Directivo, ni menos en la Rectoría de nuestro Externado.
Temo que quienes emprendan la aventura independiente de participar en las elecciones al Consejo Directivo del Externado, sin el apoyo del establecimiento, puedan quemarse.
Temo que quienes emprendan la aventura independiente de participar en las elecciones al Consejo Directivo del Externado, sin el apoyo del establecimiento, puedan quemarse.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
La vida ha sido generosa conmigo y por cuenta de ello he podido ejercer la docencia no solo en el Externado de mis amores sino también en otras Facultades de Derecho del país. Por eso no deja de sorprenderme que lo que en el vecindario es normal, por ejemplo en Los Andes o en El Rosario, en nuestra Universidad se haya convertido en una situación excepcional que despierta todo tipo de sentimientos.
En efecto, el anuncio de las tan esperadas y, porque no decirlo, inéditas para varias generaciones, elecciones del Consejo Directivo que en algo nos devuelve la fe a los que creemos en los valores y principios fundacionales del Externado, generan válidas inquietudes que, como ya es costumbre, se comentan en privado y se callan en público.
Convocar el certamen más importante de nuestra democracia universitaria debería dar lugar a la expresión libre de las distintas corrientes de pensamiento que habitan en nuestras centenarias aulas y permitir la postulación de aspirantes que con compromiso y rectitud quieran servir a la institución, mantener lo que está bien y corregir el rumbo en asuntos en los que indiscutiblemente se ha extraviado. Pero, lamentablemente, no parece que ello vaya o pueda ser así. El sistema electoral que aplica a esta convocatoria, a menos de que se le hagan necesarios ajustes, no da espacio para las expresiones minoritarias y allana el camino a las listas que tengan el “guiño” del establecimiento. Lo digo con la certeza que me concede haberlo padecido.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Hace un par de años, ante la convocatoria a elecciones en el Consejo Directivo de la Facultad de Derecho decidí participar desoyendo las voces de muchos que de forma despectiva me señalaban que cuál era el afán de meterme “a aprobar solicitudes de revisión de exámenes” descalificando así la importancia de ese órgano de dirección de la más tradicional de las facultades. Hice la tarea y convoqué a los profesores con los que consideraba existía afinidad, me conocían y sabían de mi trayectoria profesional y académica. Algunos de los que están vinculados a la Universidad y al mismo tiempo ejercen con brillo su oficio de abogado me ofrecieron su apoyo irrestricto. Otros, de frente y sin tapujos, me expresaron no tener coincidencias y anunciaron el respaldo de otros nombres, como debe ser. Pero, tristemente, una mayoría de los docentes que abordé, que me conocen, con los que coincido en distintos escenarios y con los que debatimos amistosamente sobre diferentes temas, guardaron prudente silencio y otros, no pocos, en clara muestra de su talante vacilante, manifestaron que “ese día no estarían en la U” o que “ellos a eso no le paraban bolas”. Como era lógico, concentré mis “esfuerzos electorales” en el Departamento de Derecho Administrativo, en donde he dictado clases en pregrado y maestría de forma ininterrumpida desde el año 2004, a pesar de que los registros de Recursos Humanos digan otra cosa. También lo hice en el Departamento de Procesal, en donde tengo carga académica en posgrado y maestría desde el año 2008.
Mi sorpresa no fue menor cuando supe que en el departamento de Derecho Administrativo alguien con mucha audiencia “sugirió” que lo correcto era apoyar nombres de ese departamento y precisó que yo era un candidato de Procesal. Obviamente un comentario de esa naturaleza tiene una poderosa incidencia en quienes sienten que se lo “deben todo” a la Universidad y los que con humor vergonzante no tienen empacho en señalar que “no hay que patear la lonchera” y más si el otro candidato de Administrativo era nada más y nada menos que el Director del Departamento.
El resultado de mi experiencia electoral fueron 38 votos. Si mi memoria no me falla la más alta de un candidato por el que nadie desde el poder del establecimiento sugirió votar. 38 profesores que libres de ataduras juzgaron que podía representarlos en el órgano de dirección de la Facultad. Sin embargo, esa “inmensa minoría” parafraseando el eslogan de la querida HJCK, no tuvo representación.
Esa mañana luego del conteo de votos, mientras salía a comprar caléndula para mi primera y espero única quemada, sentí que algunos jugaron la partida con los dados cargados y ahora, de cara a esta nueva contienda temo que quienes emprendan la aventura independiente sin el apoyo del establecimiento, si las reglas no cambian, experimentarán la misma sensación. Ojalá me equivoque.
Posdata: La comunidad jurídica está de luto. La temprana partida del litigante y profesor del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Gabriel de Vega Pinzón, nos dolió a todos. Hombre recto, impoluto, contraparte leal, juez justo, amigo de sus amigos, fue como lo dijo su hermano de la vida Alejandro Venegas, un “gladiador con o sin legión”. En el foro se extrañará por siempre al colega y al amigo.
La rama judicial no levanta cabeza. Con algunas excepciones, el perfil de los jueces no es el deseado y la corrupción se ha vuelto parte de su cultura.
La rama judicial no levanta cabeza. Con algunas excepciones, el perfil de los jueces no es el deseado y la corrupción se ha vuelto parte de su cultura.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
En 1991 el entonces Presidente César Gaviria dijo en un discurso que la Rama Judicial iba a dejar de ser la rama marchita del Estado. Hacía referencia a los nuevos salarios que decretó y con los que se quiso dignificar la remuneración de los jueces y magistrados. Este reajuste salarial, tal vez el más importante en la historia de la judicatura, estuvo acompañado de otras decisiones que procuraban hacer atractivo el ingreso de los abogados al ejercicio de la función judicial. Normas transitorias que apuntaban a la descongestión de los despachos y unos nuevos perfiles para nuestros jueces, acompañadas de un sistema de elección -que se esperaba fuera transparente-, a partir de listas elaboradas por el Consejo Superior de la Judicatura en las que solo estuvieran los más capaces y preparados, fueron parte de la fórmula.
Veinte y ocho años después es doloroso registrar que no solo no reverdeció, sino que cada día se ve más marchita. Con honrosas excepciones el perfil de nuestros jueces sigue sin ser el deseado y la corrupción se ha vuelto parte de la cultura judicial. Funcionarios que olvidan su rol de servidores y entran a la rama no para administrar justicia sino para volverse expertos en maniobras torticeras con las que llenan irregularmente sus bolsillos.
Ya no existe la disculpa de las malas remuneraciones. Un juez civil municipal se gana nueve millones de pesos y un magistrado de Corte recibe casi treinta y cinco millones al mes. Tienen vacaciones remuneradas, prestaciones de ley y otras gabelas. Desde luego que podían estar mejor pagos, sobre todo los de la parte baja de la pirámide, pero si se compara con los salarios que se pagan a los abogados de firma o a otros servidores del Estado, forzoso es concluir que no están mal remunerados. Sin embargo, y a pesar de que el tema económico ha dejado de ser pretexto, llama poderosamente la atención que las universidades como el Externado aporten tan pocos egresados al servicio judicial.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
No voy a incurrir en la ligereza de señalar que el buen abogado o el buen juez solo lo es si se recibe de una facultad con trayectoria. No. Buenos y malos salen de todas las facultades. Pero tampoco se puede desconocer que escuelas de derecho con menos tradición que nuestro Externado, contribuyen en mayor proporción con abogados que optan por la judicatura. Ni siquiera en las denominadas Altas Cortes la participación de las más tradicionales escuelas de derecho es mayoritaria en nuestros tiempos. ¿Cuál es la razón para la apatía Externadista hacia la judicatura? ¿Es un tema vocacional? ¿Nuestro programa no apunta a formar jueces? ¿Deberían existir dentro de las electivas más alternativas que conecten al estudiante con la función judicial?
Estas inquietudes me han rondado hace unos años y cobran fuerza ahora que nuestra nueva Decana, la doctora Adriana Zapata, a quién le deseamos buen viento y buena mar desde esta tribuna, ha señalado en medios que se deben preparar abogados para el mundo de las concesiones y la infraestructura.
Me pregunto si no se prestaría un mejor servicio a nuestra sociedad despertado en nuestros estudiantes la vocación por la judicatura. La facultad de Derecho de los Andes el año pasado, lanzó un programa de formación para jueces. Crecí oyendo los lamentos fundados de mis maestros por la muerte prematura de los suyos en la toma y retoma del Palacio de Justicia en ese oscuro noviembre de 1985. Me hice abogado admirando y respetando a los profesores que administraban justicia y nos instruían en la cátedra.
Espero que la vida me permita ser juez permanente en algún momento de mi existencia y contribuir a la recta y cumplida administración de justicia. La Rama Judicial debe reverdecer y estar siempre en florida primavera, solo eso garantizará la convivencia pacífica de los colombianos y nuestro Externado debe contribuir decididamente en ese propósito. Tengo la sensación de que tenemos esa asignatura en pendiente.
En enero del que sería un trágico 1989 llegué al Externado. Una buseta Olaya Quiroga me descargó a la altura de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Como los malos taxistas estaba en el barrio, pero no en la dirección. No era mi primera vez. Ya había estado para la entrevista, un sábado de poco movimiento en la U. Los cerros y La Salle ayudaron a ubicar a este calentano. Subí por la Calle 12 a paso veloz y ansioso, como lo sigo haciendo cada vez que tengo oportunidad, y entré por la rampa que arrancaba en la oficina de Filemón en Bienestar Universitario y bordeaba el parqueadero, subí luego las escaleras de piedra entre frondosos jardines, las mismas que uso hoy para llegar a los sótanos del Bloque E, que reemplazó el parqueadero, y salí a la que hoy en los mapas del Campus identifican como la Plazoleta Sur. En ese entonces La Plazoleta, a secas.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Estaba vacía y silenciosa. Los primiparos se guarecían del frio en los corredores del Bloque D, para entonces era el más nuevo y moderno de los edificios, esperando el saludo de bienvenida del Rector. Toda esa semana sus escalinatas estuvieron libres. Los imberbes provincianos y los rolos debutantes en la cuna del liberalismo radical desconocían la tradición. Ignorábamos todos que, así como en la antigua Atenas tuvieron su Ágora y la Roma de nuestros juristas tuvo El Foro, los Externadistas tenían La Plazoleta.
Una semana después el lugar hervía. Era el epicentro de la vida universitaria y para muchos, sobretodo esos que tuvieron tránsito fugaz por nuestra casa de estudios, bien por falta de vocación o de la disciplina que escaseaba a los 16 años, el único lugar que valía la pena. Había quienes tenían puesto fijo, sobre todo los vendedores de sándwiches, cigarrillos y mecato, que suplían las deficiencias de la única cafetería. La tertulia sobre política, música, fútbol, ciclismo, chismes menores, moda, novelas, etc., ocupaba las mañanas. Para algunos sólo en los “huecos”, para otros desde las 7 a.m. hasta las casi 2 p.m. en jornada continua. Allí oímos memorables discursos de nuestros maestros, tuvimos de cerca Presidentes, Ministros, altos funcionarios y candidatos presidenciales. Los viernes en las jornadas culturales en ese lugar fuimos testigos de nacimiento de talentos que luego trascendieron y enorgullecieron a nuestro Externado. Hicimos levantes y tacamos burro. Pero lo más importante, debatíamos de frente y sin tapujos, acerca de la Universidad, de nuestra Universidad. Allí se criticaban decisiones, se cocinaban candidaturas de los estudiantes que aspiraban al Consejo Directivo. Se daba cuenta de profesores mediocres y se saludaba con respeto a los maestros, se medía la temperatura de todos los temas que interesaban al estudiantado.
En sus escalinatas se acordó apoyar la séptima papeleta, muchas veces salir a marchar, pedir un cambio de profesor o “pedir cita en rectoría” para tramitar alguna queja. También era, como no, la cuna del matoneo. Las silbatinas por simplemente tener la osadía de atravesar por el centro eran tradición. Si se quiere tonta, de mal gusto y odiosa, pero tradición.
Hoy, cuando recorro nuestro Externado advierto que, a pesar de tener tan impresionante infraestructura, porque sin entrar a reparar en sí los nuevos bloques I y H estuvieron sobreestimados o son subutilizados o han generado una duplicidad de costos nada fácil para las finanzas de la U, sería necio desconocer que pocas universidades en el mundo tienen sedes tan confortables, reparo en que ya no hay un lugar como La Plazoleta, aun cuando haya varias en los mapas. Veo movimiento en frente del Auditorio Principal o por los lados del Oma, pero nunca nada comparable a lo que he descrito en estas líneas.
Me pregunto entonces si la ausencia de ese espacio físico que aglutinaba el Externado de antaño es el responsable de que los estudiantes, con contadas excepciones, se muestren apáticos, desentendidos de lo que pasa en su Universidad. Viven de afán, comparten poco y debaten menos. Y, me convenzo, nostálgico y de pronto equivocado, de que el chat, el Facebook y las redes jamás lograrán lo que lograba La Plazoleta. Ojalá en este 2019, que pinta convulsionado, logremos tener de nuevo una buena Plazoleta, así sea virtual.
PD. Rechazo total al terrorismo. Solidaridad con las víctimas de la Escuela General Santander. Jóvenes cadetes. Estudiantes primíparos llenos de ilusión que apenas comenzaban a vivir. Colombia nunca se ha arredrado ante los bárbaros y esta vez no será la excepción.
Es un término creado por el Dr. Hinestrosa, el cual se refiere a aquella actividad en la que nos vemos envueltos y somos libres de obrar, basados en la ética. Es, sin lugar a duda, una de las mayores virtudes que tiene y destacan a la universidad, sin embargo, no deja de ser una retroalimentación para que no se pierda el talante y siga siendo el ejemplo la mejor forma de enseñarla.
El maestro Fernando Hinestrosa confiaba en que dos características estarían inmersas por siempre en el ADN de la Universidad: un alto sentido de la ética y lo que el denominaba el Talante Externadista.
La primera de las apuestas es dura. La Universidad recibe hombres hechos y derechos, con valores definidos en sus hogares y perfilados ya en buena medida por su formación en el colegio. No obstante, corresponde al cuerpo profesoral educar con el ejemplo. Cuánto daño han causado a nuestra comunidad los egresados y dolorosamente también algunos docentes, que han extraviado el camino y ratificado la sentencia de la sabiduría popular que señala que “el que cree que la plata lo es todo, termina haciendo de todo por la plata”.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
No le tocó al Dr. Hinestrosa ser testigo de los escándalos recientes que han tocado las fibras de la comunidad externadista. Por fortuna esas ovejas negras –me refiero a los que ya aceptaron sus culpas ante sus jueces naturales y no a lo que mantienen a salvo su presunción de inocencia– no son todo el rebaño y siguen siendo más los externadistas que con su actuar pulcro en el ejercicio profesional, así como en el desempeño juicioso de responsabilidades públicas, le dan lustre a nuestra centenaria casa de estudios.
La segunda de las características que el Dr. Fernando se ufanaba de encontrar en todo Externadista era lo que denominó el Talante Externadista. Empezando mi ejercicio de litigante por allá en el 2003 y luego de diez años de servicio público, me vi involucrado en una polémica con un ex Ministro de Estado y ex Alcalde Bogotá. El cruce epistolar se hizo público y el Dr. Hinestrosa me invitó un café en la Rectoría, pues quería conocer detalles de la ácida disputa. Oída mi versión, me dijo con su inconfundible voz “Estrada, no estoy muy de acuerdo con usted en el fondo del asunto, pero su forma de proceder fue la correcta y honra el Talante Externadista”.
No cometí la torpeza de pedirle una definición, pues entendí que para él no era otra cosa que actuar conforme el dictado de las convicciones, con libertad, sin temor, sin guardar silencio frente a lo que no nos parecía correcto.
Hoy una de las paredes del bloque A por el que forzosamente se desplaza la mayoría de los estudiantes destaca el pensamiento de quien orientó nuestras naves por más de cuarenta años. Allí se lee “Su Universidad, nuestro Externado, nació como una afirmación valerosa, altiva de libertad, tolerancia, respeto mutuo, teniendo como valor supremo la ética radical. En este credo democrático se formaron nuestros mayores, nos formamos nosotros y usted se formará. Ética de la convicción y no del temor, y menos del oportunismo”.
Por eso me resulta inexplicable, por decir lo menos, que ante la crisis que ha vivido nuestra Universidad en este 2018, de la que sin duda saldrá fortalecida, el Talante Externadista de muchos de los profesores esté brillando por su ausencia.
¿A qué horas el proceder de algunos está signado por el temor y por el oportunismo? Me irrita oír de colegas y amigos la frase “yo no estoy de acuerdo con eso, pero para qué meterse en líos” o “a mí me han tratado muy bien y yo no pateo a lonchera” No. Esos no son los valores con lo que nos formaron. Si queremos honrar la memoria del Dr. Hinestrosa y que sus dictados no sean solo letra muerta que adorne paredes y sirva para citar en discursos, nos corresponde recuperar el Talante Externadista y ello comporta no guardar silencio frente a lo que creemos que está mal.
Hacer crítica constructiva y respetuosa, deliberar, debatir sin miedo, aportar para la construcción de un Externado cada vez más grande. Y a nuestras directivas le es imperativo garantizar que el Talante Externadista no se convierta en un defecto de algunos, sino que siga siendo una virtud de todos. Solo así podremos seguir formando hombres libres como lo venimos habiendo desde hace ciento treinta y dos años.