El rector Hernando Parra ha intentado superar los vacíos que encontró y todo indica que ha tomado el control de los aspectos más sensibles del Externado; sin embargo, la reconstrucción y proyección de lo que se viene no será tarea fácil.
La nueva decana de la Facultad de Derecho cuenta con las horas de vuelo y la credibilidad de la comunidad externadista para liderar la actualización del pensum del programa, la semestralización de la carrera, la adopción de un estatuto profesoral equilibrado y pluralista, y la acreditación del pregrado. ¡Bienvenida!
Hernando Parra cumple su primer aniversario como rector. En su administración se adoptaron las medidas para superar la crisis financiera, se vinculó personal idóneo para asumir los cargos directivos y se están enfrentando los problemas de acreditaciones ante el Ministerio de Educación. La tarea apenas comienza.
Camille Vásquez, quien defendió al actor Johnny Depp en el resonado juicio contra su ex esposa Amber Heard, condujo el proceso con habilidad impresionante, convirtiéndose en un caso de éxito y de estudio para los profesores y estudiantes de Derecho Probatorio.
Exigió un nuevo estatuto de profesores; llamó la atención del Consejo Directivo, a quien le hizo un magro balance; hizo un juicioso análisis demostrando su interés por el renacimiento de la Facultad de Finanzas; tocó el tema de la doble titulación; les envío un contundente mensaje a los nuevos Representantes de los Estudiantes en el Consejo Directivo y realizó una fuerte crítica al Externado por la pérdida de liderazgo en las pruebas Saber PRO.
Exigió un nuevo estatuto de profesores; llamó la atención del Consejo Directivo, a quien le hizo un magro balance; hizo un juicioso análisis demostrando su interés por el renacimiento de la Facultad de Finanzas; tocó el tema de la doble titulación; les envío un contundente mensaje a los nuevos Representantes de los Estudiantes en el Consejo Directivo y realizó una fuerte crítica al Externado por la pérdida de liderazgo en las pruebas Saber PRO.
Por: Hernando Parra.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Hernando Parra, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
El Consejo Directivo, magro balance
27 de noviembre de 2018
La mayoría de sus miembros optó por subordinarse a las disposiciones rectorales autónomas, se marginó de participar en la formulación y la discusión de un plan estratégico para la Universidad, se he negado a estudiar nuevos planes educativos acordes con la evolución del país, se demoró en el nombramiento de Decano para la Facultad de Derecho, desatendió la función de vigilancia que estatutariamente le correspondía en materia de rendición de cuentas y guardó silencio en la asunción de compromisos de la institución, vinculados a objetivos del gobierno de turno, que por loables que parecieran, requerían del aval del órgano directivo.
Un nuevo estatuto profesoral, para el buen futuro del Externado
25 de octubre de 2018
El Externado necesita un estatuto profesoral renovado, que armonice los principios que inspiraron su fundación con los que han animado su permanencia y asegurarán su porvenir, con imprescindible incorporación de los más trascendentales, como son la libertad de cátedra, el derecho de asociación y el compromiso con la ética en el ejercicio docente y profesional. Para este empeño, el compromiso de todos debe ser in solidum, de cara al futuro del Externado.
Por un renacimiento de la Facultad de Finanzas
21 de enero de 2019
De manera inexplicable la directiva de la Universidad optó, desde hace algunos años, por restar dinamismo a este programa imponiéndole restricciones administrativas, la generación de interferencias de distintas áreas de otras facultades, el marchitamiento de las políticas de internacionalización y el desestímulo a las iniciativas sobre foros y convenios, lo que ha obrado en desmedro del afianzamiento de la carrera y precipitado su declive.
¿Para cuándo la doble titulación en el Externado?
28 de febrero de 2019
Esta apuesta en los pregrados exige la adopción de un estatuto en materia de créditos académicos lo que permitirá revisar el pensum de todas las facultades. Estaríamos ante una nueva generación de abogados y economistas, o administradores de empresas y abogados, entre otras combinaciones que tal oferta podría llegar a consolidar en el cercano futuro.
La nueva representación estudiantil en el Externado
29 de marzo de 2019
Los Representantes de los Estudiantes ante el Consejo Directivo deberán actuar con carácter firme, independencia de criterio e integridad absoluta, de tal manera que resulten inmunes a los halagos y a la crítica. Tendrán que cumplir una importante labor en tres dimensiones: la vocería objetiva, la participación en el Gobierno universitario y la veeduría frente a la gestión rectoral y de todos los demás funcionarios que atienden labores de dirección académica o administrativa.
Al oído de la nueva representación estudiantil
2 de mayo de 2019
De su independencia y exigencia en el Consejo Directivo, dependerá que el Externado empiece a recuperar la institucionalidad perdida.
¿Por qué el Externado ha perdido el liderazgo en los exámenes de Estado?
24 de junio de 2019
La desactualización de sus programas y la falta de preparación de los estudiantes para estas evaluaciones, ha llevado a que la Universidad pierda posiciones de prestigio en las pruebas Saber Pro. Por ejemplo, generó inquietud la ubicación de la Facultad de Derecho en un sexto lugar, muy distante de los primeros puestos que tradicionalmente ocupó. Este resultado demuestra que la frase “continuismo ascendente” está completamente desvirtuada en la realidad.
Realizó un juicioso análisis del poder que equívocamente viene ejerciendo el Rector, Juan Carlos Henao; hizo un llamado a la transparencia de la Universidad, en la que exigió institucionalizar el Externado; alertó sobre la falta de garantías que se podría presentar en la elección del nuevo Consejo Directivo; reclamó un mayor liderazgo en la institución; y finalmente criticó la falta de comunicación que tiene el Rector hacía este organismo, cuestionando el constante bloqueo de información.
Realizó un juicioso análisis del poder que equívocamente viene ejerciendo el Rector, Juan Carlos Henao; hizo un llamado a la transparencia de la Universidad, en la que exigió institucionalizar el Externado; alertó sobre la falta de garantías que se podría presentar en la elección del nuevo Consejo Directivo; reclamó un mayor liderazgo en la institución; y finalmente criticó la falta de comunicación que tiene el Rector hacía este organismo, cuestionando el constante bloqueo de información.
Por: Saúl Sotomonte.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Saúl Sotomonte, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
El ejercicio del poder
27 de noviembre de 2018
Mi participación en la Universidad Externado como estudiante, directivo y profesor me permiten hacer algunas aportaciones para lograr, entre otros propósitos, la retrasada modernización del marco estatutario centenario, que ha tolerado un manejo personalizado y unos vacíos de poder que se llenan de manera improvisada. No nos hagamos a engaños, pues no se puede afirmar que como el Rector se reúne individualmente con Decanos y Directores de Departamento, eso es federalismo y democracia.
El deber de la transparencia
21 de enero de 2019
Desde cuando asumió como Rector, Juan Carlos Henao, le hemos planteado, sin haberlo logrado, la necesidad de institucionalizar la Universidad para tener una debida organización, se le ha exigido mayor claridad sobre la transparencia de su gobierno y que defina cuáles son sus paradigmas frente a la institución, para que se le reconozca por su excelencia más que por el crecimiento de la planta física y del número de matriculados.
La reforma estatutaria
29 de marzo de 2019
La elección del nuevo Consejo Directivo debe tener garantías de independencia y autonomía dentro de los límites de los estatutos y de la ley, para que no se vuelvan a presentar acontecimientos como los que sucedieron con la reelección del actual Rector, entre ellos, la aprobación de las cuentas, la del reglamento para la entrega de la información contable y de las actas del mismo Consejo.
El paradigma anhelado
2 de mayo de 2019
Los externadistas merecemos una Universidad trasparente y democrática, pensando en intereses institucionales y no personales. Ya basta de fijarnos solo en el mejoramiento de la planta física, volvamos a lo fundamental que es la búsqueda de la excelencia académica. Solo así se podrá entregar a la sociedad profesionales fortalecidos y ciudadanos con sentido de la solidaridad y del respeto por los valores democráticos y de la transparencia.
La búsqueda de un liderazgo en el Externado
24 de junio de 2019
Es urgente organizar el Consejo de Profesores y su Secretaría, asimismo es necesario renovar el Consejo Directivo, uno que trabaje bajo los supuestos de la democracia y la transparencia, y no defendiendo solo sus intereses personales. Con la llegada a la rectoría de Henao, con una dirección desordenada e incoherente y sin claro compromiso institucional, se entró en un proceso de estancamiento dejando a la Universidad sin liderazgo.
Una reflexión responsable
29 de julio de 2019
Ya basta de dilación, silencio y aplazamiento indefinido, llegó el momento de asumir las riendas de la Universidad para retomar el camino que se perdió con la administración actual. En lo administrativo estamos ante una situación sin manual de funciones y en lo académico los resultados no son buenos por la ausencia de liderazgo, lo que se traduce en la falta de conducción, organización y orden.
La información bloqueada en el Externado
26 de septiembre de 2019
El Consejo Directivo no se entera de las decisiones que adopta el entorno del Rector y la comunidad universitaria no sabe de qué se habla en ese órgano y de quién depende. ¿Qué se pretende con ese bloqueo de la información? Hago un llamado a los aspirantes al nuevo Consejo Directivo para que con responsabilidad e independencia asuman posiciones a los problemas planteados. La situación es crítica y no se soluciona invocando la frase “continuismo ascendente” y diciendo que todo está bien.
Se ha filtrado que fue un engaño y que no ahondó en los aspectos centrales del manejo de los recursos. ¿A qué le teme el Rector que no permite que se conozcan esos resultados? Los externadistas tenemos el derecho de conocer qué pasa.
Se ha filtrado que fue un engaño y que no ahondó en los aspectos centrales del manejo de los recursos. ¿A qué le teme el Rector que no permite que se conozcan esos resultados? Los externadistas tenemos el derecho de conocer qué pasa.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Las cosas que pasan en el Externado son sencillamente de antología, o de no me lo vas a creer. La sombra larga y profunda de la corrupción asoma en los pasillos de la Universidad y cuando ello ocurre muy pocos exigen transparencia inmediata, porque los demás callan para que no les toquen sus privilegios.
Las directivas de la Universidad inicialmente se resistieron a realizar una auditoria franca y transparente para sepultar los comentarios crecientes de que algo andaba mal. En su momento la excusa baladí para negarse a ser auditados fue la de que aquí nada había que vigilar porque todo estaba en orden. Después de muchas contradicciones, finalmente de mala gana decidieron contratar una auditoria con la prestigiosa firma Price WaterhouseCoopers (PwC), la cual ha sido entregada recientemente al Rector y a la secretaría general como si se tratara de un secreto de estado.
En efecto, las directivas una vez recibida la supuesta auditoria han decretado sobre ella un manto de silencio impresionante. Se sabe que los miembros del Consejo Directivo recibieron la tal auditoria con el compromiso de no hacerla conocer de la comunidad externadista. No se trata de un rumor sino de una verdad comprobada directamente por este columnista, pues a varios miembros de ese Consejo pedí la auditoria y reclamé su divulgación pero todos a una, como en Fuenteovejuna, se negaron a hacerlo, con el precario e inmoral argumento de que es materia reservada.
Ramiro Bejarano, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Si la auditoria se realizó gracias a las exigencias de la comunidad universitaria que todavía clama por ese detalle mínimo de transparencia y rectitud, pregunto ¿Qué sentido tiene que ahora que se ha rendido por fin la tal auditoria, la Universidad opté por la ley de la omertá, para que nada se sepa, de modo que tampoco nadie pueda alzar su voz para pedir explicaciones o demandar investigaciones?
Seamos serios. Si hubo una auditoria a los papeles de la Universidad y si todo está en orden, entonces ¿Cuál es la razón para que la conozcan unos pocos con el compromiso de que la guarden, para que los asustadizos o cómplices miembros del decadente Consejo Directivo se inflen sosteniendo que lo que tienen ahora entre manos es ultrasecreto?
La Rectoría y la Secretaría General no debieron imponer semejante restricción de reserva a datos y conclusiones que son de interés de toda la Universidad. Han incurrido en un yerro imperdonable, que lesiona la imagen de la institución y deja en el piso sus prestigios. Pero lo que es peor es que el Consejo Directivo, integrado por docentes y estudiantes quienes se deben a la Universidad más que al sexto piso, sumisamente hayan sucumbido a tan arbitraria orden de mantener reservada una información a la que tenemos derecho todos los externadistas.
Pero como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, mientras las directivas hacen toda clase de maromas para impedir que alguien dé a conocer el trabajo que tan celosa y sospechosamente guardan en secreto, se filtran varios brotes de inconformidad con esa auditoría, porque no llenó las expectativas de un trabajo serio de esa naturaleza. Lo que fragmentariamente se ha filtrado es que la tal auditoria fue un engaño, que no ahondó en los aspectos centrales del manejo de los recursos, como, por ejemplo, sobre los pagos a trabajadores que prestan sus servicios a personas ajenas a la Universidad, tema respecto del cual ha quedado una duda gigantesca.
En efecto, a pesar del hermetismo, se supo que la tal auditoria no pudo desconocer la existencia de ciertos pagos a un conductor que no presta sus servicios a la Universidad sino a alguien cercano a las directivas, y ante escandaloso hallazgo el Consejo Directivo no se estremece porque le parece un asunto de menor cuantía. ¿Quién es ese conductor y a quién le presta sus servicios, y por qué la Universidad tiene que remunerarlo? Y lo que es todavía más preocupante ¿Será el único caso, o se trata de una práctica inveterada?
En suma, hubo una auditoria a medias que nadie puede conocer ni discutir, pues la que se presentó dejó muchas dudas y sinsabores, por lo cual sigue teniendo vigencia el grave interrogante de ¿A qué le temen ? Mientras tanto los externadistas seguimos reclamando nuestro derecho sagrado a saber qué pasa.
Esta solo se quedó en los libros que narran la historia de la Universidad o en los discursos en los que se pregona pero no se ejerce.
Por: Hernando Parra.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Uno de los principios fundantes de nuestra Casa de Estudios fue precisamente el de la tolerancia, entendida ésta como la actitud humana frente a las ideas u opiniones divergentes. Lo anterior sucedió por cuando el primer Externado revivió los valores que los radicales consagraron en la reforma educativa promovida por ellos en 1870, tal y como nos lo recuerda el historiador Juan Camilo Rodríguez en “La Luz no se Extingue”[1] .
La tolerancia permitió entonces que profesores de diversas corrientes de pensamiento, y disimiles en su origen y formación, concurrieran entusiastas a la fundación del Externado y, lo más importante, que ellos mismos promovieran un ambiente de mutuo respeto entre estudiantes de ideologías contrarias[2].
La historia del Externado ha sido bien fecunda en ejemplos de tolerancia, no solo por haber dado cobijo a los docentes que profesaban las más diversas doctrinas, a quienes nunca se les ha restringido su libertad de expresión, sino, en esencia, por permitir a sus estudiantes manifestar abiertamente sus opiniones, e inculcarles al mismo tiempo la consideración por la perspectiva del oponente.
Hernando Parra, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Sin embargo, y con evidente desapego de una tradición más que centenaria, se han venido conformando en los tiempos recientes pequeñas corrientes refractarias a otras voces que dentro de la Universidad se separan del llamado al bien decir, que es decir bien de todo lo que vincule a la actual administración de la Universidad. En efecto, expresiones tendientes a promover la invitación a una debida rendición de cuentas, o a la publicidad de los actos de la administración, o a la renovación de los cuadros directivos, o la exteriorización de ilusiones porque nuestra apreciada institución se encamine por derroteros más democráticos con miras a asegurar su permanencia y a reafirmar su prestigio, reciben discreto apoyo y solidaridad, pero con mayor resonancia, censura y descalificación, actos que siempre cierran con la manida frase según la cual, “los opositores quieren acabar con la Universidad”.
Una muestra de las últimas manifestaciones de intolerancia la advertimos en la reunión del Consejo de Profesores llevada a cabo el pasado 17 de septiembre, donde algunos docentes optaron por abandonar abruptamente el recinto, bien porque les fueron controvertidos sus planteamientos, o porque no les fue otorgado el uso de la palabra, y no pocos porque simplemente consideraron que era inútil esa y todas las demás reuniones del cuerpo docente, por cuanto allí se expresan opiniones de toda índole.
Ante estos conatos de ausencia de tolerancia, como principio y actitud, no tenemos camino distinto al de recuperar su ejercicio, desde el sentido más prístino de la palabra: no agredir al otro por su pensamiento opuesto al propio; sólo así podremos construir consenso sobre el disenso, pero ante todo reconocer en el otro, en el disidente, no a un adversario, sino un asociado en el propósito común de elevar la condición de nuestra Universidad, al garantizar el pluralismo como sustento del ejercicio transparente de todas sus actividades.
Ejercer la tolerancia no es fácil, sencillo resulta predicarla sin aplicarla. Es una tarea en la que estamos llamados a inspirar un ejemplo ante los estudiantes del Externado.
[1] Rodríguez Gómez, Juan Camilo. “La luz no se Extingue”. Universidad Externado de Colombia, Primera Edición 2018, pág. 21.
[2] Rodríguez Gómez, Juan Camilo. Ob. citada, pág. 20.
Los resutados de la medición más reciente de grupos de investigación ameritan una reflexión crítica, lejana al triunfalismo hueco de su anuncio en la página Web de nuestra Universidad. No hay ningún “salto cuantitativo y cualitativo de la investigación en el Externado”, como allí se afirmó.
Los resutados de la medición más reciente de grupos de investigación ameritan una reflexión crítica, lejana al triunfalismo hueco de su anuncio en la página Web de nuestra Universidad. No hay ningún “salto cuantitativo y cualitativo de la investigación en el Externado”, como allí se afirmó.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
A principios de septiembre, Colciencias publicó la versión preliminar de su medición de grupos colombianos de investigación, la cual tendrá vigencia durante los próximos años. A la convocatoria se habían presentado algo más de 8 mil grupos de investigación, de los cuales 5.276 superaron los requisitos iniciales para ser analizados por esa entidad. Esa cifra inicial impresiona: se podría pensar que estamos en un país volcado hacia las ciencias, con una academia vanguardista y pujante, pero todos sabemos que eso sería una exageración, pues la realidad es mucho más modesta. Tal vez es más acertado pensar que en el país hay un número interesante de grupos serios de investigación, y que también se cuelan entre ellos un buen puñado de burócratas y mercenarios pseudoacadémicos cuya existencia y financiación dependen de un guiño de Colciencias.
En fin, la medición actual (vale la pena resaltar que es la actual, porque Colciencias cambia de criterios con enorme frecuencia), distingue entre grupos de calidad “A-1”, “A”, “B”, “C” y “Reconocidos sin Clasificar”. Según esos barremos, en Colombia hay en este momento 740 grupos de investigación de calidad “A1”, seguidos por 962 de clase “A”, 1.490 que alcanzaron la clasificación “B”, 1.809 de tipo “C” y por último 275 que quedaron registrados sin clasificación. Los factores que determinan la calificación que recibe un grupo están relacionados, en general, con el número e impacto de sus “productos”, su antigüedad y el reconocimiento académico de sus integrantes. Se supone que la clasificación de cada grupo se alcanza en comparación con otros de la misma área de conocimiento. Es decir, no se comparan los grupos de geología con los de psicología, ni los de ciencias exactas con los de ciencias sociales, pero sí los de áreas afines, para así determinar cuáles parecen ser de mejor calidad.
El Externado se presentó a la convocatoria con 41 grupos, de los cuales cuatro obtuvieron la calificación de “A-1”, 13 quedaron en “A”, el mismo número en “B” y 11 en “C”. En términos porcentuales llanos, eso quiere decir que el 0,78% de los grupos inscritos en Colciencias está en nuestro Externado. Alguien podría decir que ese porcentaje es indicativo de una Universidad marginal en investigación, pero todos estamos dispuestos a sostener que eso no es así. Para las dimensiones del Externado, que sólo se dedica a las ciencias sociales, 41 grupos acreditados es una buena cifra. Además, cuatro de esos grupos fueron clasificados como “A-1”, lo cual es satisfactorio, aunque si se coteja ese número con el total de grupos de esa categoría de excelencia, apenas llega al 0,54%. Una cifra interesante, ¡pero no como para repicar campanas!
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Vayan al respecto estas reflexiones:
Los cuatro grupos del Externado que fueron clasificados como “A-1” merecen felicitación, reconocimiento y sobre todo apoyo institucional (léase económico) para que puedan seguir mejorando. Esos grupos son “Ópera”, de la Facultad de Finanzas, “Gestión Organizacional” de Administración de Empresas, “Comunicación Política” de la Facultad de Comunicación Social, y por supuesto, “Derecho Constitucional” de la Facultad de Derecho, del cual formo parte hace años. Enhorabuena para todas las personas que los integran y para quienes han tenido a su cargo la pesada carga de entendérselas con Colciencias.
Los resultados son soprendentes si se tiene en cuenta que la Universidad no tiene una política institucional acertada de fomento a la investigación y que por tanto depende de esfuerzos casi siempre individuales y que han recibido nula o muy escasa financiación específica. Si se quieren mejores resultados en el futuro, hay que tomarse en serio la investigación.
Por contrapartida, los resultados son modestos si se tiene en cuenta que el Externado tiene una editorial propia, volcada hacia la publicación de los aportes de sus docentes, y que lanza un importante número de libros y revistas cada año.
Colciencias es una institución defectuosa, un tanto errática y muy burocratizada (más que intelectualizada). Pero es la entidad oficial del Estado colombiano para la medición de la ciencia y la tecnología, y el Externado se ha propuesto sobresalir en los índices que esta entidad elabora. Nuestra Universidad podría ser crítica con Colciencias, pero ha optado por seguir sus baremos de medición sin rechistar.
La puntuación de Colciencias no depende tanto de la calidad de los productos de investigación de cada grupo, sino del acierto en la forma como se presentan esos productos en los hostiles formularios computarizados de la entidad. Dos libros semejantes pueden obtener una puntuación muy diferente, según la forma como sus datos hayan sido introducidos a la plataforma de Colciencias. En ese sentido, el Estado colombiano podría no estar propiciando la mejora de la calidad de la investigación en el país, sino más bien fomentando la creación en cada Universidad de oficinas especializadas en presentar los productos de investigación del modo que más puntos reporten.
Flaco favor le hace al espíritu crítico de la Universidad la publicación triunfalista de los resultados: (https://www.uexternado.edu.co/la-universidad/colciencias-reconoce-grupos-e-investigadores-del-externado/). No estamos ante unos datos desalentadores, es verdad, pero sí ante grandes desafíos para tener un lugar más destacado en el panorama científico nacional e internacional. Hay mucho por hacer en diferentes órdenes. Por ejemplo, las autoridades de la Universidad bien podrían comenzar por trasmitir la información sin exageraciones y con algo de pudor autocrítico. Su forma de proceder en esta noticia es contraria a la esencia del pensamiento universitario. Seamos serios: no ha habido un salto cuantitativo en investigación en los últimos años en el Externado, tampoco hemos crecido tanto como para hablar de uno cualitativo. Dove si grida, non é vera scienza.
Cuando superemos ese “materialismo” en el que se está sumiendo la profesión, seremos más y mejores abogados.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
El título de esta columna da cuenta de tal vez una de las más cacareadas frases de los abogados litigantes. En efecto, casi con superstición, como con acierto lo refiere la profesora Ana Bejarano Ricaurte en un interesante artículo denominado “El Trabajo Pro Bono en Colombia”[1], quienes ejercemos la profesión sostenemos que aceptar un encargo profesional sin pactar remuneración alguna garantiza las dificultades, enredos y mal suceso del trámite. Aunque la experiencia, que como decía Oscar Wilde “no es otra cosa que el nombre que le damos a nuestras equivocaciones”, me hacía creer con fanatismo en esa sentencia de nuestra picaresca jurídica, llevo varios años haciendo caso omiso de la misma y atendiendo asuntos sin cobrar emolumento alguno y debo confesar que no solo no han resultado pleitos malditos, sino actuaciones sumamente gratificantes. La función social de nuestra profesión ve en el trabajo pro bono una de sus más importantes manifestaciones.
En efecto, el acceso a la justicia no solo comprende la oportuna atención por parte de la rama judicial de los reclamos de los ciudadanos, sino también comporta la ruptura de esa odiosa asimetría atada a la capacidad económica de quien se ve sumergido en una controversia legal. Y es que un asunto que para una reputada firma de abogados o para un destacado litigante no resulta atractivo en términos económicos, puede ser todo para un ciudadano de escasos recursos, que termina en manos de tinterillos, empíricos o colegas sin la trayectoria y experiencia para atender el asunto en concreto, que no solo le quitan unos buenos pesos en algunos casos por solo fusilar un modelo de tutela o de derecho de petición, sino que lo hacen mal, restando posibilidades a un reclamo justo y fundado.
Como lo refiere la profesora Bejarano en la publicación ya referida, no existe legislación que imponga esa obligación a los litigantes ni tampoco un Colegio de Abogados que se ocupe del tema, que sería lo deseable. Por eso la tarea que viene cumpliendo la Fundación Pro Bono -FPB-, creada en el 2009, entre otros por la abogada Paula Samper, con el apoyo decidido de varias de las más importantes firmas de abogados, amerita ser destacada.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Esta organización sin ánimo de lucro, es pionera en la organización de un servicio legal gratuito para personas de escasos recursos. La fundación se encarga de coordinar y clasificar los casos, para luego remitirlos a los profesionales de las firmas que son miembros de la misma, quienes se harán cargo del asunto bajo los mimos parámetros con los que se atienden los asuntos de los demás clientes de la firma.
Me valgo de esta columna para invitar a los litigantes Externadistas a sumarse a esta causa que sirve para propender por un verdadero acceso a la justicia, entendido este como la posibilidad de que todo ciudadano pueda obtener una resolución igual a un problema legal semejante sin que su condición económica sea determinante.[2]
No faltará quien siga creyendo en lo de pleito gratuito pleito maldito pero en la medida en que superemos ese “materialismo” en el que como el aluvión, lenta e imperceptiblemente, se está sumiendo la profesión, seremos más y mejores abogados. Porque como dice otro refrán “el que piensa que la plata lo es todo, termina haciendo de todo por la plata”.
Para más información www.probono.org.co[1] El Acesso a la Justicia: teoría y práctica desde una perspectiva comparada. Daniel Bonilla y Colin Crawford. Universidad de los Andes. Siglo del Hombre Editores 2019.
[2] Rebeca L Sandefut, The Fulcrum Point of Equal Accses to Justice: Legal and Nonlegal Institutions of Renedy, citada por la profesora Bejarano Ricaurte en su publicación.
El Consejo Directivo no se entera de las decisiones que adopta el entorno del Rector y la comunidad universitaria no sabe de qué se habla en el Consejo Directivo, y menos de quién depende y cómo se toman las decisiones más importantes.
El Consejo Directivo no se entera de las decisiones que adopta el entorno del Rector y la comunidad universitaria no sabe de qué se habla en el Consejo Directivo, y menos de quién depende y cómo se toman las decisiones más importantes.
Por: Saúl Sotomonte.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Hemos insistido en que, en la gestión y dirección de un ente sin ánimo de lucro, como es la Fundación Universidad Externado de Colombia, se debe tener en cuenta que es un ente sin propietarios y que se debe respetar la participación de la comunidad en sus varias instancias. También insistimos en que, en el caso de la Universidad Externado de Colombia, el concepto de administración transparente debe ser más exigente, ya que no se trata de rendirle cuentas únicamente a unos imaginarios propietarios sino a sus legítimos beneficiarios, representados en la comunidad universitaria.
Aspectos que a largo de los últimos siete años han sido ignorados, ya que, en lo primero, sin méritos y sin título jurídico alguno, se llegó a un acaparamiento manifiesto del poder administrativo, académico y patrimonial de la institución. En lo segundo, se han desconocido los principios democráticos sobre los cuales se cimentó la Universidad, como aconteció con la reelección del Rector, sin un debate abierto con mayorías logradas con el voto de dependientes y con la búsqueda de un Consejo de Profesores controlado y un Consejo Directivo carente de independencia. Cuestiones ambas que traen como consecuencia que se afecte el principio de transparencia.
Lo que es aún más gravoso con las decisiones adoptadas en materia de información, en donde de manera no ortodoxa se exige que para que un miembro del Consejo Directivo pueda conocer el detalle de los egresos debe estar autorizado previamente por el mismo Consejo (el que aprueba las cuentas). Tampoco es transparente que para que un miembro del Consejo Directivo pueda obtener copia completa de las actas de las reuniones en que él participó se requiera la aprobación del mismo Consejo. Todo, sin importar el conflicto de intereses en que algunos de sus miembros están incursos por ser ellos mismos ordenadores del gasto dada su condición de Decanos o Directores de Departamento, a su juicio se somete la aprobación de las cuentas.
Saúl Sotomonte, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Se contrató a una firma experta en Gobernanza Universitaria para hacer un estudio sobre el particular, el cual una vez conocido por la Rectoría y la Secretaría decidieron que para que los miembros del Consejo pudieran conocerlo se necesitaba la autorización del mismo. La falta de transparencia se terminó de consolidar con la peregrina decisión de que los miembros del Consejo Directivo están obligados a mantener la reserva del resultado parcial de una luchada y dilatada auditoría externa, la que por su propia naturaleza debe estar destinada al conocimiento de la comunidad. Se exigen los informes sobre el resultado de la operación académica y su respuesta se evade.
Se desconocen entonces las funciones primordiales que debe cumplir el Consejo Directivo. En los grandes temas como son el estatuto profesoral, la evolución patrimonial de la Universidad, la posible crisis financiera originada en el descenso de las matrículas y en decisiones equivocadas, entre otras.
Si lo que se pretende es desconocer que la institución universitaria responde es al interés de la comunidad integrada por estudiantes y profesores, y no al interés de unos anhelados legatarios, debe entonces plantearse el debate jurídico, ético y moral sobre el particular y así sabremos quién tiene la razón.
Las respuestas a todas estas inquietudes no pueden seguir siendo la dilación, el silencio o la falacia como el decir públicamente que las cuentas completas se han entregado y que en uno y otro punto ha habido verdadero debate sin ser cierto.
¿Qué se pretende con ese bloqueo de la información? El Consejo Directivo no se entera de las decisiones que adopta el entorno del Rector y la comunidad universitaria no sabe de qué se habla en el Consejo Directivo, y menos de quién depende y cómo se toman las decisiones más importantes.
Antes que seguir impidiendo el acceso a la información, la Universidad debe democratizarse en todos los órdenes y se deben establecer parámetros de transparencia como es el acceso al detalle de las cuentas y la designación del Revisor Fiscal por el Consejo de Profesores, y junto con el Consejo Estudiantil la de un Veedor sobre la gestión de la institución. Recuperemos el puesto que nos corresponde en el orden nacional e internacional.
Existen aspectos de la institución en los que se está atravesando por momentos de incertidumbre que deben ser atendidos con responsabilidad por directivos, estudiantes y profesores. Este es el panorama que se le está dejando a la administración por venir.
Llamamos entonces a los aspirantes al nuevo Consejo Directivo para que con responsabilidad e independencia, como corresponde a un verdadero académico, entren en el debate y asuman posiciones entorno a los problemas planteados. La situación de la Universidad es crítica y no se soluciona invocando la simplista frase “continuismo ascendente” y diciendo que todo está bien.
Unidos podemos recuperar el lugar que corresponde en el ámbito nacional e internacional.
¿No es corrupción que el Rector Henao valiéndose de su inmenso poder tratará de influir en la designación de un togado de alta corte, como Carlos Bernal Pulido? Eso solo tiene un nombre: se llama corrupción o clientelismo judicial, que es lo mismo.
¿No es corrupción que el Rector Henao valiéndose de su inmenso poder tratará de influir en la designación de un togado de alta corte, como Carlos Bernal Pulido? Eso solo tiene un nombre: se llama corrupción o clientelismo judicial, que es lo mismo.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Hace unos días, en la muy leída sección de comentarios de la vida política Alto Turmequé de El Espectador, salió un comentario que no fue indiferente al Externado, a su Rector y al otrora profesor estrella el magistrado de la Corte Constitucional Carlos Bernal Pulido. En efecto, el comentario bajo el título “Fuego amigo”, fue el siguiente:
“En el evento del lanzamiento del libro Disparos a la paz (Ediciones B), los autores, Juan Fernando Cristo y Guillermo Rivera, dijeron que el gobierno Santos tuvo tres errores garrafales durante el proceso con las Farc: convocar el plebiscito, ternar a Néstor Humberto Martínez para fiscal general y ternar para la Corte Constitucional a Carlos Bernal Pulido, quien resultó en una orilla ideológica muy distinta a la de su mentor y quien lo recomendó ante la Corte: Juan Carlos Henao, rector del Externado”.
Supuse que una noticia como está claramente adversa a la transparencia de una Universidad seria y alejada de la politiquería, iba a ser rectificada por alguno de los afectados. Vaya sorpresa, ya han pasado dos semanas y, que se sepa, nadie se ha atrevido a desmentirla. En principio llegué a pensar que se trataba de otro de esos chismes clásicos que deambulan por los pasillos del Externado, como aquel mal intencionado de que detrás de los reclamos legítimos de quienes venimos cuestionando a la actual administración, había un plan para tumbar a Juan Carlos Henao y nombrar a Eduardo Montealegre, versión falaz con la que desde el inicio de estas dificultades que ya completan un año, han pretendido descalificarnos y se han amparado para no rendir cuentas, no permitir la realización de una auditoría independiente ni la convocatoria a elecciones para sustituir al desprestigiado Consejo Directivo.
Ramiro Bejarano, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Pero volvamos al tema de esta columna. ¿Fue el Rector Henao quien recomendó a Carlos Bernal Pulido para que fuese candidatizado a la Corte Constitucional? Todo parece indicar que así fue. Y, entonces, es aquí donde cabe preguntarse si no es corrupción que un Rector de universidad utilice su inmenso poder para tratar de influir en la designación de un togado de alta corte. No puede ser excusa sostener que como otros lo hacen, es lícito hacerlo, porque eso es clientelismo judicial, que no es otra cosa que corrupción, así sea de cuello blanco y aun cuando haya sido ignorada en los cuatro inútiles mamotretos sobre la CORRUPCIÓN, de los que tanto pecho sacan las directivas.
Un Rector de un centro académico debe poner su prestigio personal y el de la institución a salvo de esas triquiñuelas y avatares de la burocracia. Una universidad no puede ser una bolsa de empleos, menos para tratar de acceder a las altas esferas de la justicia, justamente cuando una de sus facultades supuestamente es su nervio vital.
Pero el asunto no acaba allí. En efecto, recién posesionado el doctor Carlos Bernal Pulido como magistrado de la Corte Constitucional, con su voto en algún asunto mostró su distancia ideológica del proceso de paz. Cuando eso ocurrió los medios llamaron al rector Henao a pedirle explicación de cómo era posible que su pupilo hubiese salido con las que salió. Para sorpresa de todos desde el paraninfo del Externado, su rector dejó en los medios la sensación de que llamaría al orden a su “pupilo”, una vez llegara a su despacho. Mejor dicho, si alguna duda quedaba de quien había intervenido en su designación, con estas declaraciones quedaron despejadas y confirmados lo que antes eran rumores. Luego el propio doctor Bernal dejó en claro que había llegado a tan alta dignidad ocultando su verdadera ideología y sus alianzas impublicables. Es lo que da la tierra.
Y después de toda esa cadena de malhadados sucesos, un buen día supimos que el doctor Carlos Bernal Pulido se fue dando un portazo a la Universidad, sin que nos hayamos enterado de las razones. O Bernal no estuvo dispuesto a aceptar que se le rebajara el sueldo que no podía seguir devengando dada su condición de servidor público o alguien muy encumbrado en el Externado incurrió en el abuso o el delito de tratar de influir en un asunto que debía fallar el vacilante magistrado, o ambas cosas.
Eso tampoco lo ha aclarado el Externado, no obstante que EL RADICAL lo indagó en la pasada emisión la sección sobre preguntas y respuestas no dadas. Era necesario y aun lo sigue siendo, que las directivas del Externado aclararan un tema que de confirmarse pondrá en entredicho los valores y destino de la Universidad. Por lo pronto solo hemos visto al doctor Bernal Pulido desde su alta investidura promocionar otro centro académico, sin inmutarse. También debería dar alguna explicación sobre todo con la universidad que le prodigó apoyo de todo orden durante los muchos años de estudio que el otrora estudiante Bernal Pulido tuvo que invertir en muchas universidades extranjeras.
La reglamentación del Consejo de Profesores del Externado, expedida hace tres meses, impide el funcionamiento de este órgano y maltrata innecesariamente a quienes día a día forjan la Universidad.
La reglamentación del Consejo de Profesores del Externado, expedida hace tres meses, impide el funcionamiento de este órgano y maltrata innecesariamente a quienes día a día forjan la Universidad.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Hace ya más de un año, a partir de una fuerte agitación emocional que padecieron algunos colegas con ocasión de una solicitud que otros le habíamos presentado al Consejo Directivo de la Universidad para que se renovara antes de la designación del Rector, se activó por fin la deliberación del cuerpo profesoral del Externado. Su principal decisión a partir de entonces, y probablemente la única que quede registrada para los anales de la Universidad, fue darle cauce al órgano que los estatutos denominan “Consejo de Profesores”, que no es otra cosa que la asamblea de quienes día a día impulsamos la enseñanza y la investigación en la Universidad, es decir, los protagonistas de su razón de ser, su fundamento.
Se consideró entonces que era procedente redactar un reglamento para ese Consejo, lo cual se logró luego de numerosas reuniones en las que, además de los vaivenes propios de un cuerpo plural, se pudieron superar varios intentos velados (y no tan velados) de sabotaje. Por fin, a principios de este año se le remitió al Consejo Directivo, para su formalización, el texto aprobado. Ahora resulta que ese Consejo Directivo diezmado, cuyo mandato está extinguido hace años, y sin dar a conocer sus argumentos, le introdujo varias modificaciones, una de las cuales obstaculiza de modo prácticamente insuperable el funcionamiento de las asambleas de profesores, mediante unas exigencias de quórum y mayorías que todos sabemos, por experiencia como profesores y como ciudadanos, que son inalcanzables. La disposición respectiva establece lo siguiente: “Para las reuniones ordinarias y extraordinarias, el quórum deliberativo se formará, en la primera convocatoria, con las dos terceras partes de los miembros que conforman el Consejo de Profesores; en la segunda, con la mitad más uno de estos, y en la tercera, con la tercera parte de los miembros”. El texto aprobado por los profesores determinaba, a diferencia del expedido, que en la tercera convocatoria era suficiente con la comparecencia de “cualquier número de asistentes”.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Veamos los siguientes datos que están a disposición de todos, y especialmente de los miembros del Consejo Directivo: el cuerpo profesoral con antigüedad mayor a cinco años (quienes no alcancen esa experiencia no integran la asamblea) está compuesto, en números redondeados, por 800 personas. Dos terceras partes de esa cifra son 533, más de la mitad son 401 y un tercio son 267. Ahora bien, el dato más importante es que desde abril de 2018 ha habido seis asambleas de profesores y sólo en dos de ellas se logró un número de asistentes superior al tercio de los miembros. Nunca se han reunido más de la mitad de los profesores, y menos aún, los dos tercios.
Así las cosas, lo más probable es que el Consejo de Profesores así reglamentado no pueda volver a reunirse, por falta de quórum. Sin embargo, ahí no terminan los problemas, pues si llega a hacerlo, la verdad es que no podrá decidir nada, porque otra de las modificaciones introducidas por el Consejo Directivo consiste en que, aunque las decisiones de trámite se tomarán con el voto de la mayoría de los asistentes, ninguna decisión importante de esa asamblea puede tomarse sino con un número favorable de votos que además de superar esa mayoría, nunca sea inferior a un tercio de los miembros del Consejo, sin importar cuantos hayan asistido. En números, ninguna decisión importante puede aprobarse sin un número de votos favorables inferior a 267, según las cifras del párrafo anterior.
Entonces, si llegare a conformarse el quórum de un tercio, que es la única posibilidad realista de operar, las decisiones importantes habría que tomarlas prácticamente por unanimidad. Además, el reglamento promulgado por el Consejo Directivo dispone que “Por regla general, todas las decisiones del Consejo de Profesores se adoptarán mediante votación nominal y pública”. Incluso las cuestiones de simple trámite tendrán que aprobarse así, a solicitud de uno solo de los miembros del Consejo. Habrá pues que llamar a lista, uno a uno a los asistentes para que de viva voz diga “sí” o “no”, hasta para una simple alteración del orden del día o una moción de orden. ¿Señores del Consejo Directivo –digo señores porque no hay allí ninguna mujer-, Ustedes creen que no nos damos cuenta de que con esto se está bloqueando a la Asamblea de Profesores, y por extensión, a la Universidad?
Pero ahí no terminan las modificaciones introducidas por el Consejo Directivo al texto elaborado por el cuerpo profesoral: a las funciones de la Asamblea se le suprimen, entre otras, las de presentar propuestas de estatutos profesorales, hacer propuestas sobre las condiciones laborales, académicas y de respeto de los derechos de sus miembros, así como las relacionadas con la “paridad de oportunidades”. El Consejo Directivo aquí no solo deja en evidencia el pánico que le produce cualquier deliberación que pueda auspiciar un mínimo embrión de asociación sindical, sino también su desconexión enorme con el grueso del cuerpo profesoral. Los señores del Consejo Directivo combinan todos la docencia con otras actividades profesionales de las cuales derivan su congruo sustento personal y familiar, y por ello tienen la opinión de que resulta un tanto pedestre discutir sobre asuntos salariales, derechos y paridad. Pero la Universidad de los salones de clase, esa que le ha apostado a la formación doctoral del profesorado y a la formalización de la carrera docente, está integrada en buena parte por personas que trabajan en la Universidad a tiempo completo y con dedicación exclusiva a ella, y por supuesto es justo, legítimo, necesario y conveniente que ellas y ellos participen en la discusión de los asuntos salariales, de derechos, oportunidades y paridad que van a determinar sus condiciones de vida personal, profesional y académica. Recordemos que, a pesar de la mezquina supresión por parte del Consejo Directivo de la expresión “órgano fundamental” con la que el preámbulo del proyecto de reglamento se refería al Consejo de Profesores, en verdad, los profesores somos el fundamento y la esencia de la Universidad.
Según otra reglamentación recientemente expedida, en la mil veces anunciada y aplazada elección de los representantes del profesorado para el Consejo Directivo de la Universidad, se podrán candidatizar sólo quienes acrediten una antigüedad mayor a quince años en la docencia universitaria en el Externado, con vínculo mediante “contrato laboral escrito”. ¿Por qué no se tiene en cuenta la experiencia docente desarrollada mediante otro vínculo utilizado por la Universidad como el contrato de prestación de servicios? ¿Acaso eso no es docencia? ¿Cómo evitar las suspicacias frente a la expresión “contrato laboral escrito”? Lo habíamos advertido hace algunos meses en este mismo rincón del Radical: El evento [la elección de profesores al Consejo Directivo] tiene además un punto de partida que no es deseable en ninguna democracia: la ausencia de reglas electorales previas, que no susciten sospechas de haber sido elaboradas ad hoc, con algún efecto distorsionador que tienda a premiar o a castigar a alguna candidatura”.
Este organismo debe superar la excesiva benevolencia a la actuación del Rector, caracterizada por su reiterada procrastinación y evidente manipulación.
Este organismo debe superar la excesiva benevolencia a la actuación del Rector, caracterizada por su reiterada procrastinación y evidente manipulación.
Por: Hernando Parra.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
La reunión de profesores celebrada el 3 de abril del año pasado configuró sin lugar a dudas un hecho histórico en la vida del Externado, pues convocada simplemente para motivar un supuesto respaldo a la prórroga del período del Rector, despertó súbitamente -ante la simple lectura de una disposición estatutaria- la figura del Consejo de Profesores, órgano de clara estirpe democrática y participativa, acorde del todo con los principios fundantes de nuestra Casa de Estudios.
Ante esta nueva realidad, y con el evidente propósito de avivar la criatura, el cuerpo profesoral reunido entonces con la significativa presencia de miembros de todas las facultades, encontró que la primera tarea que le correspondía atender era la de darse su propio reglamento, y para coordinar esa actividad se propuso la creación de un llamado Comité de Impulso, espontáneamente conformado por varios docentes, quienes además de expresar su deseo de contribuir a esta causa, dieron a conocer algunas iniciativas, merced a las cuales recibieron el respaldo expreso y tácito de casi todos los asistentes.
Pasado mucho más de un año, puede llevarse a cabo un balance de la gestión adelantada por el mencionado Comité, para afirmar que la devoción y dedicación de sus miembros, su compromiso con el proceso, y el solo hecho de conservar vigente el propósito que los inspiró, merece el reconocimiento de todo el estamento docente.
Hernando Parra, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Sin menoscabo de lo anterior, es hora de hacer un llamado a este Comité para que supere el estado de excesiva benevolencia y cierta candidez que ha asumido ante la actuación rectoral, caracterizada por su reiterada procrastinación y evidente manipulación.
En cuanto a lo primero, inaceptable e irrespetuoso fue el tratamiento otorgado al estudio del reglamento del Consejo de Profesores, cuando luego de su remisión al Consejo Directivo, su evaluación sólo inició cuatro meses después, para no mencionar las incumplidas promesas de convocatoria a elección del Consejo Directivo de la Universidad formuladas ante dicho Comité; y en cuanto a lo segundo, los términos de la aprobación del reglamento del Consejo de Profesores reflejan de manera clara el deseo porque dicho órgano estatutario no logre estructurarse como cuerpo deliberante en la Universidad.
Ciertamente, las disposiciones de este reglamento finalmente aprobadas por el Consejo Directivo, contemplan aspectos que no permiten, ni su consolidación, ni su funcionamiento, pues los altísimos porcentajes de quórum tanto deliberatorio como decisorio, así como la exigencia de su conservación durante las reuniones, y la compleja integración de la Secretaría del Consejo de Profesores, lo conducirán a su absoluta inoperatividad, en la práctica.
Es el momento entonces de promover por parte del Comité de Impulso una nueva revisión del reglamento del Consejo de Profesores y de incluir nuevas temáticas para su consideración, de tal suerte que se conjure así el estado de aletargamiento en que se encuentra. Como nuevos asuntos a tratar se destacan el estatuto docente, “otra promesa incumplida”, el estímulo a la formación de profesores en el exterior y la exigencia de una debida rendición de cuentas por parte de los administradores de la Universidad.
El Comité de Impulso no se puede extinguir, sin asegurar el buen futuro del Consejo de Profesores. ¡Este es su Desafío!
Adenda:¿Tiene el Rector la competencia exclusiva para convocar elecciones al Consejo Directivo de la Universidad?
El Externado está viviendo un período definitivo para su futuro, por lo que debe luchar por una apertura democrática y transparente, iniciando con la reglamentación para institucionalizar el Consejo de Profesores y el Consejo Directivo.
La autonomía universitaria, la democracia y la transparencia
El Externado está viviendo un período definitivo para su futuro, por lo que debe luchar por una apertura democrática y transparente, iniciando con la reglamentación para institucionalizar el Consejo de Profesores y el Consejo Directivo.
Por: Saúl Sotomonte.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
La Corte Constitucional teniendo en cuenta que el artículo 2º de la Constitución Política consagra como fines esenciales del Estado “servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución”, en Sentencia T-2 de Mayo 8 de l.992, afirmó: “Por lo tanto el principio de la autonomía universitaria, consagrado en el artículo 69 de la Constitución, debe ser leído en el marco del artículo 2º, por ser la primera una norma orgánica, mientras que este último es un principio material que irradia toda la Constitución”, interpretación que permite señalar que la participación de la comunidad universitaria consagrada en el artículo 68 de la misma y reconocida por la Corte Constitucional en Sentencia T-525 de 2.001, no puede ser afectada por la invocada autonomía universitaria, sino todo lo contrario.
Como derecho de consagración constitucional y legal que es, debe atenderse en forma amplia dentro de los parámetros no sólo de la Constitución, la ley y los estatutos, sino también bajo los postulados de la democracia y de la transparencia y teniendo en cuenta la naturaleza y los fines de la institución por dirigir. Siendo éstas últimas la de una Fundación, la cual no tiene propietarios sino beneficiarios, por lo que nadie puede pretender su control como si fueran los primeros, por lo que tampoco se puede buscar un beneficio económico de manera directa o indirecta, pues su finalidad es la educación y no el ánimo de lucro. Pretender lo contrario en uno u otro caso es contrario a la Constitución, a la ley, a los estatutos, a la ética y a la moral.
Sin embargo, puede suceder que al igual de lo que acontece en ocasiones con la Constitución Política que una es la formal o escrita que contiene todo lo deseado, hasta lo que está de moda, y otra la real, la que se aplica o lo que es peor, que no se aplica, y para el caso de las universidades todo se puede escribir en sus estatutos y reglamentos pero en la práctica se desconocen de manera directa con interpretaciones acomodadas o con la dilación o el silencio, lo que sería contrario a los principios democráticos y de transparencia.
Saúl Sotomonte, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En este momento el Externado está viviendo un período definitivo para su futuro, por lo que debemos luchar por una apertura democrática y transparente para el Gobierno universitario, lo que se inicia con la reglamentación para institucionalizar el Consejo de Profesores y el Consejo Directivo, lo que habrá de hacerse dentro de los postulados de la democracia y de la transparencia, de manera que los antiguos sin mérito alguno, no se perpetúen en sus cargos y en su lugar se de paso a las nuevas generaciones, y para mantener la independencia de los mismos y evitar conflictos de interés no se debe elegir en tales cargos a Decanos o Directores de Departamento, puesto que éstos tienen una dependencia del Rector más allá de lo académico y además, no obstante ser ordenadores del gasto terminen aprobando sus propias cuentas en su condición de miembros del Consejo directivo.
Pero al igual de lo que acontece con la Constitución Política, en nuestro caso esperamos que los reglamentos en torno a la elección de los dos órganos no sean desconocidos o violados de manera directa o subliminal mediante estímulos o amenazas en torno a los contratos de trabajo, o lo que sería peor, que se pretenda perpetuar a los Directores como si se tratara de una propiedad privada.
Este es un momento histórico para la institución. Por encima de intereses personales que algunos abrigan, democraticemos nuestra Universidad. Con independencia, desprendimiento y gallardía hagamos de la misma un verdadero centro en donde brillen los principios democráticos y de transparencia como lo buscaron sus fundadores. Que las directivas actuales rindan cuentas de su gestión.
Abramos el gran debate para que la Comunidad Externadista se entere de lo bueno y lo malo que se ha hecho y de las dificultades a que estamos abocados.
Alrededor de la imagen del Doctor Fernando Hinestrosa giran muchas historias, especialmente en su época de docencia y que comprometen anécdotas con varios estudiantes.
Alrededor de la imagen del Doctor Fernando Hinestrosa giran muchas historias, especialmente en su época de docencia y que comprometen anécdotas con varios estudiantes.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Desde mis ya lejanas épocas de primíparo he disfrutado con las historias que dan cuenta de sucesos supuestamente ocurridos en los salones y pasillos de nuestro Externado. Con el paso del tiempo pude corroborar algunos y desmentir otros.
Como suele suceder con las historias transmitidas vía oral –en la época en las que ocurrieron los hechos los celulares con cámara eran ciencia ficción y no hay registros, como ocurre hoy–, muchas de ellas tienen distintas versiones, otras desfiguraciones protuberantes en relación con lo que narran quienes afirman haber estado presentes, pero ninguna deja de ser divertida.
De modo que para darles a mis lectores un merecido recreo y volver en la próxima edición de EL RADICAL a ocuparme de los graves sucesos que siguen teniendo crispados los ánimos en nuestra comunidad, voy a compartir un par de leyendas de las que, al parecer, fue protagonista el Doctor Fernando Hinestrosa, con la esperanza de que alguien las confirme o las desmienta.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Tal vez una de las más populares historias del Externado da cuenta de la celebración de un examen oral de Obligaciones, cátedra por muchos años regentada por el Doctor Fernando. Cuenta la leyenda que la prueba se llevó a cabo en el teatro y que el maestro fijó con claridad las reglas de la evaluación en forma previa, como corresponde: “una pregunta, una respuesta. Uno o Cinco”. Luego se dirigió a uno de los alumnos y le dijo “¿Cuál es su nombre?” y el estudiante se puso de pie y dijo “Richard Tovar Cárdenas” y se sentó de nuevo. El Doctor Hinestrosa lo increpó: “¿Por qué se sienta, no va presentar el examen?” y el alumno respondió “Usted fue claro Doctor, una pregunta una respuesta. Ya preguntó y ya le respondí en forma correcta”. Dice la historia que el evaluador validó el ingenio del estudiante y le puso un cinco. ¿Mito o realidad?
También he oído mil veces la historia de un examen final de Derecho Romano II, que también regentó por años el Doctor Hinestrosa. Según los narradores el examen se llevaba a cabo en la rectoría en grupos de a tres estudiantes. Para la época de los hechos era admitida una sola evaluación al año cuya nota correspondía al cien por ciento de la nota de la materia. Cuenta la leyenda que en uno de los grupos estaba un estudiante de la Costa Caribe, famoso por su don de la palabra y su disposición para no asistir a clase. El Doctor Fernando, sin los apremios de la tutela y los otros males que hoy dejan casi inerme al evaluador, hizo una sola pregunta: “¿Señale y explique la definición de obligación de Justiniano?”. Dicen que el evaluado se despachó tremendo discurso que no correspondía con lo preguntado, pero que a oídos de cualquier incauto se sostenía. El maestro, en la mitad de la exposición le dijo “tres” y el costeño dejo ver su sonrisa. Tres en un cien por ciento de Romano II con Hinestrosa legitimaba una buena juma. Luego el maestro completó la frase “tres veces lo vi en clase, con razón no sabe qué le estoy preguntando. Tiene uno”. ¿Mito o realidad?
Verdades o simples leyendas urbanas, sin duda dan cuenta de otras épocas que añoramos y que esperamos regresen pronto, porque las historias de lo que ocurre hoy en nuestro Externado más que hilaridad producen miedo.
Aunque se quiera desmentir estos presuntos hechos, lo cierto es que cada día se conocen más denuncias anónimas que comprometen la imagen de la Universidad. Pues como dice el dicho: “cuando el rio suena es porque piedra lleva”.
Más líos de faldas, acosos y abusos en el Externado
Aunque se quiera desmentir estos presuntos hechos, lo cierto es que cada día se conocen más denuncias anónimas que comprometen la imagen de la Universidad. Pues como dice el dicho: “cuando el rio suena es porque piedra lleva”.
Por: Juan Simón Vásquez.
Ex representante de Estudiantes ante el Consejo Directivo de la Universidad Externado de Colombia.
Continuando con el deplorable asunto del acoso sexual universitario, que de ninguna manera constituye un asunto menor, una línea más o una crítica destructiva, sino por el contrario, un contexto que demanda atención y medidas de acción por lo denigrante que resulta este hecho para la dignidad humana, he tomado la decisión de no callar y seguir denunciando.
En efecto, durante el paso por diferentes órganos directivos del Externado, fui advertido por diferentes estudiantes de presuntas situaciones de acoso perpetradas por docentes que, aprovechándose de sus posiciones académicas, buscaron de una u otra manera satisfacer sus lujuriosos deseos.
Más allá de las objeciones a estas conductas, la verdadera pregunta que surge es: ¿Qué medidas o buenas intenciones materializadas en acciones ha adoptado la dirección de la Universidad Externado para enfrentar y resolver este flagelo? La seguridad de estudiantes y trabajadores no se limita a la salvaguarda de la integridad patrimonial de estos, sino también a la integridad moral y física de todos.
Juan Simón Vásquez, ex representante de Estudiantes ante el Consejo Directivo de la Universidad Externado de Colombia.
El asunto torna vital importancia máxime cuando, en criterio del Rector Henao –como en alguna ocasión manifestó–, “las estudiantes le tienden ‘trampas’ a algunos profesores”. Independientemente a la posibilidad de certeza sobre el criterio de éste, su conclusión deriva de una investigación inexistente que deviene en conjeturas o excusas para justificar su inacción al respecto. Porque la verdad sea establecida, si alguna persona denuncia ser víctima de acoso sexual en la Universidad Externado, el asunto no será materia de investigación. En caso que la queja provenga de estudiantes, la denuncia la asume la dirección de Bienestar Universitario con una conclusión lamentable para el alumno(a) y es exponerse a que su victimario conozca las acusaciones en su contra. Por otra parte, si proviene de un trabajador (a), sería bueno saber que ha hecho la Jefe de Desarrollo de Personal con estos temas, como quiera que sus consejos de retirar las denuncias siempre serán de alarmante utilidad para las víctimas.
Como justo resulta, no podemos satanizar la inacción del Rector, pues esta eventualmente deviene estratégicamente inocente. Debe reconocérsele que ha expulsado a docentes por conductas como estas exclusivamente cuando ha sido constreñido por las víctimas o representantes de éstas, so pena de publicar los sustentos probatorios –consistentes en audios– que evidencian estas circunstancias. Debe anotarse que no ha sido su voluntad actuar así, sino el temor a perjudicar su imagen de rockstar frente a los estudiantes y medios de comunicación. Corolario de ello, ciertas renuncias intempestivas de docentes sin que medie razón conocida por la comunidad, pues en los últimos años han sido sacados algunos con absoluto misterio y las víctimas de estos se encuentran asiladas en otras universidades.
Por otra parte, estas líneas han tenido efectos interesantes, como múltiples acercamientos de funcionarios y ex funcionarios por diferentes medios, entre ellos el anonimato, como quiera que han expuesto que presuntamente el Rector y la Secretaria General encabezan bloques de persecución para quien hable en contra de sus oscuros intereses de continuar con la apropiación de la Universidad. Es el caso de una queja anónima que recibí recientemente y reza -textualmente-:
“Hola Juan.
Soy un (a) exfuncionario (a) de la U, que le duele lo que pasa con la institución. El Exterminio como llama Juan Carlos a la Universidad, no solo se convirtió en un fortin de ratas y personas que cambiaron la cultura organizacional de la Institución. Malas acciones y pésimos manejos, maltrato por parte de los jefes, abusos en muchos escenarios, trabajos de domingo a domingo, jefes que no respetan los domingos enviando correos y trabajos a sus subalternos y persecuciones permanentes. (…) Retórica de los poderosos que cada vez utilizan o son los que indican que tienen orden de sacar a el que ellos indiquen con el beneplácito de Juan Carlos. (…)”[1].
Adicionalmente, agrega delicadas denuncias contra tres funcionarios de alto rango de la Universidad (dos Decanos y un Director Administrativo).
Esto nos muestra que el abuso de poder en la Universidad existe y afecta a muchas personas que no son consentidas del régimen actual o que lo fueron, y que sin piedad fueron excluidos del favoritismo elitista que gobierna la Universidad Externado.
[1] El texto es fiel copia del original con ciertas precisiones con el único propósito de proteger a la fuente.
No hay mayor falacia que este ambiguo lema, que con el paso del tiempo se volvió la mayor contradicción en la Universidad.
Por: David Orlando Mesa.
Estudiante de la Universidad Externado de Colombia.
Un recuerdo importante de cuando apenas ingresaba a la Universidad fue la inauguración de los edificios H e I, pero más allá de una bien lograda obra arquitectónica, me llamó la atención el discurso del rector Henao y su lema de “espacios para la libertad”, que enarbolaba ese espíritu liberal del Externado. Para mí, la magnánima obra arquitectónica de los nuevos edificios, aunada a las palabras que revivían la lucha de la institución contra las injusticias conservadoras, suscitaba un discurso poderosísimo que llenaba el orgullo externadista.
Pero la desilusión se da un año después, cuando me fijé que las palabras a veces contradicen a las acciones con una situación bastante anecdótica que me permitiré traer a colación.
Antes que nada, quiero acotar que esto no es ningún “berrinche”, es una reflexión de lo mucho que se habla de “espacios para la libertad” y de lo poco que se practica. Para este segundo semestre, nuestro grupo fue reubicado a un salón bastante precario, lo cual no sólo coarta condiciones necesarias para el proceso de aprendizaje y la interacción docente-estudiante, sino que también cuenta con grandes problemas de sanidad y seguridad, pues el espacio es tan reducido que en caso de un siniestro no habría lugar a una adecuada evacuación y los virus se propagan con bastante facilidad y rapidez entre las personas, de hecho algunos de los catedráticos se pronunciaron expresando el respectivo malestar.
¿El argumento? Que un profesor (que, a propósito, no nos dictará clase hasta el segundo corte) tiene problemas de movilidad, situación que es de lo más comprensible, lo que parece irrazonable es que nos hayan trasladado a inicio de semestre y de forma permanente para una materia cuya intensidad horaria es de 3 horas por semana.
Los estudiantes no nos limitamos a manifestar el descontento, pasando de forma adecuada por el conducto regular, sino que propusimos soluciones, de manera que todas las partes llegáramos a un punto de bienestar aceptable, el proceso esclareció algo que nunca se nos quiso sostener de frente: el problema no eran los inconvenientes de movilidad de nuestro docente, eso sólo fue un pretexto, el verdadero inconveniente es que la planta física resultó incapaz para albergarnos de forma óptima, nos dimos cuenta de que nuestra antigua aula ya fue ocupada por otro grupo, que, como se nos revelaría, es más grande que nosotros, dicho de forma mucho más coloquial “no hubo cama para tanta gente” y alguien tenía que soportar dicha carga, en este caso fuimos nosotros.
Mi punto en esta anécdota es que todavía retumba, con fines comerciales, ese lema de “espacios para la libertad”, de lo que podemos decir que la libertad no sólo es un valor incorpóreo, sino que es un valor que también se refleja en las situaciones más cotidianas y físicas, un valor que, se supone, una universidad como la nuestra debería salvaguardar, pero como se evidenció en este caso, el Externado nos ató a un ambiente precario para la educación, nos encadenó en un espacio inseguro e insalubre, en fin, se nos sometió a seguir las decisiones arbitrarias y lesivas de la administración.
Recientemente se nos abrió un pequeño destello de esperanza para tener mejores condiciones, pero a la larga, no son más que promesas que aún están en el aire y buscan apaciguar el descontento.
Primero como estudiante, luego como graduado y hoy como profesor emérito exijo que la Universidad recuperé su institucionalidad y retome el rumbo del éxito que se ha perdido lamentablemente en los últimos años.
Primero como estudiante, luego como graduado y hoy como profesor emérito exijo que la Universidad recuperé su institucionalidad y retome el rumbo del éxito que se ha perdido lamentablemente en los últimos años.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Mi padre fue abogado externadista, también lo es mi hermana. Crecí en Buga alimentando la ilusión de que algún día estudiaría en la misma Universidad donde mis mayores se habían educado. Corrían los finales de 1969, acababa de graduarme como bachiller y llegué al Externado
Antes he de referir que en 1968 conocí en Buga al entonces Ministro de Justicia, Fernando Hinestrosa, quien llegó a inaugurar una cárcel. No me era extraño su nombre porque desde niño y a pesar de que mi padre había muerto cuando yo tenía cinco años, sabía que habían sido condiscípulos de la promoción de 1951, en cuyo mosaico paradójicamente aparecen sus fotos seguidas. Recibí el abrazo cálido del doctor Hinestrosa y su alegría cuando le expresamos con mi hermana que nos proponíamos estudiar en su Universidad.
El 2 de febrero de 1970 llegué a Bogotá e inicié mi carrera de abogado, la cual fue un recorrido apasionante, porque además de encontrar profesores titanes del verbo y de la dialéctica como Gregorio Becerra, Luis Fernando Gómez, Alfonso Reyes Echandia, Daniel Manrique, Enrique López de la Pava y Samuel Finkelstein, para mencionar los que se vienen desordenadamente a mi memoria, tuve la fortuna de conocer un ramillete de jóvenes juristas que ya empezaban a brillar como docentes y abogados, como Antonio Cancino, Manuel Gaona Cruz y tantos otros que luego se volvieron imprescindibles en la historia del foro y la jurisprudencia.
Ramiro Bejarano, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Me hice abogado en unos años tempestuosos durante los cuales la protesta estudiantil era diaria. No hubo suceso que no hubiésemos discutido los estudiantes de entonces, ni huelga en la que no hubiésemos participado. Era otro país y un Externado distinto al de hoy.
Egresé de la Universidad acariciando el sueño de hacerme docente y de viajar a Francia, ninguna de las dos cosas fue fácil, pero lo logré gracias a mi recorrido académico, aunque en mi estancia en el país europeo no hubo beca alguna del Externado sino del Gobierno galo por cuenta de un suceso fortuito en el que intervine profesionalmente que me hizo acreedor a esa distinción.
Regresé de Francia a mi incipiente labor de docente y no he parado en ella ni siquiera en los agitados años en los que dirigí el DAS, entre 1994 y 1996. Me hice profesor titular, más tarde ordinario y hoy pertenezco a la honrosa legión de profesores eméritos, distinción que en los tiempos de este milenio poco o nada cuentan.
Soy, pues, testigo de excepción y protagonista de 49 años de la vida de esta Universidad, cinco como estudiante y el resto como profesor. No fui de la guardia pretoriana del Doctor Fernando, porque no me gustan esas militancias ciegas e incondicionales. Eso lo sabía él y en ese escenario me trataba con cariño, respeto y cordialidad inolvidable.
Muerto el Doctor Hinestrosa el panorama del Externado empezó a transformarse no precisamente para bien. Apenas cerrada su tumba convoqué a un mítin en la Universidad cuando a mi juicio se hizo notorio que la elección del sucesor estaba siendo manipulada. Esa noche curiosamente luego de esa reunión intempestiva pero que hizo historia, por fin el Consejo Directivo terminó ungiendo a Juan Carlos Henao como Rector por un período de seis años, reelegible sólo por tres, con lo cual se buscaba acabar con la equivocada postura de nombrar rectores vitalicios. Igualmente, se dispuso que el nuevo Rector no podría ejercer su profesión de abogado, salvo que el Consejo Directivo le extendiera autorización en los excepcionales asuntos en que decidiese intervenir, en el entendido de que iba a ser ocasional y no habitual.
Los primeros días de Henao fueron de incertidumbre pero posteriormente su rectoría terminó enredada en camarillas, decisiones privilegiadas, la pérdida de liderazgo y sobre todo extraviando el rumbo de una Universidad que se había caracterizado por honrar sus raíces contestarias. Fruto de esa crisis ha sido este periódico virtual, El Radical, que ya llega a su novena emisión, haciendo también historia.
La crisis de hoy es de todos conocida. Hay quienes sostienen que esto jamás sucedió en vida del Doctor Fernando, y la comparación es necia. Que en épocas del Doctor Hinestrosa nadie hubiese reclamado como hoy, no significa que todo estuviera bien entonces, sino a dos razones: la primera, que si bien existían también situaciones semejantes a las de hoy, el anterior Rector supo controlar los brotes de inconformidad y estuvo atento a que no crecieran; la segunda, se deduce de la anterior, quien le sucedió no ha tenido tacto ni prudencia en el manejo de sus responsabilidades, porque ha obrado con el criterio de privilegiar a quienes considera de su entorno y ha dividido la Universidad a extremos irreconciliables.
Esta crisis no cesa, ni cesará mientras las directivas no enderezcan el rumbo. No será con amenazas ni con emboscadas rectorales en los pasillos o en los salones, como las aguas agitadas deben volver a su cauce. Los externadistas estamos hechos de una fe indestructible en los principios. A eso le seguiremos apostando. Habrá dificultades para rato.
¿Qué ha pasado con nuestra acreditación internacional?
Se nos está haciendo tarde para recibir este importante reconocimiento y la competencia nos sigue tomando ventaja.
Por: Hernando Parra.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Desde el 2009 el Externado señaló que la acreditación internacional sería uno de sus objetivos inmediatos; sin embargo, han pasado diez años y el tema, como tantos otros, ha sido marginado -por no decir descuidado- con evidente impacto en la imagen y proyección de la Universidad.
La acreditación en materia de educación corresponde a un indicador relativo a la existencia comprobada de ciertos requisitos de calidad de la institución, o de uno o varios de sus programas. Es un sello de calidad, un símbolo que afianza el nombre de la institución o programa que lo ostente. En buena parte del mundo, son los organismos públicos de supervisión de la educación los que atienden los procesos de acreditación. En Colombia, esta función la cumple el Consejo Nacional de Acreditación – CNA -, creado en 1992 como agencia dependiente del Ministerio de Educación Nacional (MEN).
En cuanto a la acreditación local, el Externado logró su renovación en septiembre de 2012, con vigencia de ocho años; lo anterior significa entonces que a estas alturas del año debe haberse iniciado ya la tarea de la futura renovación, que esperamos se surta exitosamente, aún a pesar de las vicisitudes de nuestra institución en la actualidad, como la fractura y desmotivación del cuerpo profesoral, el rezago de los programas académicos de pregrado, la ausencia de un Gobierno corporativo donde la transparencia y la divulgación de la información sean pilares de su ejercicio, y la presencia de un Consejo Directivo profesoral anacrónico y sin liderazgo.
En relación con la acreditación internacional, el objetivo parece lejano, pese a que resulta evidente que las tecnologías de la información y las comunicaciones, y la tendencia globalizante de las competencias profesionales, están forzando la creación de espacios de integración regional para acreditar los procesos educativos, circunstancias esas que al parecer no han sido advertidas claramente por los directivos de nuestra Casa de Estudios. En efecto, tanta importancia ha cobrado la acreditación internacional por los motivos mencionados, que las agencias locales de acreditación en todas las latitudes, están buscando agruparse con sus pares, más allá de sus propias fronteras, para convalidar sus metodologías y reconocer que las redes científicas son internacionales, y que los profesionales de hoy tienen que formarse, no solo en habilidades domésticas, sino también universales, empezando por el dominio de lenguas diferentes a las nativas.
Hernando Parra, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En nuestro país desde 2007, el CNA -consciente de que no existe una única agencia Internacional de Acreditación, sino de redes de agencias locales de acreditación por programas o proyectos académicos– viene promoviendo una “estrategia de internacionalización de programas de pregrado y posgrado”, que incluso puede abarcar los de doctorado, con miras a que las instituciones de educación superior colombianas superen su tendencia a compararse con sus pares internos, y asuman el reto de medirse frente a sus homólogas en otras naciones.
En ejecución de la citada estrategia, muchas universidades colombianas se dieron a la tarea de extender su acreditación, y si bien las políticas gubernamentales se orientaron especialmente respecto de las llamadas ciencias duras, lo cierto es que varias facultades de administración de empresas, finanzas y contaduría han alcanzado su reconocimiento internacional. Ejemplo de ello es la acreditación que le fue concedida a la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, por parte de la Asociación para el Avance de las Escuelas de Negocios, (AACSB), por sus siglas en inglés, o la otorgada a esa misma Facultad, pero de la Universidad de La Sabana, por parte de EPAS[1].
EAFIT, por su parte, consiguió para su Facultad de Contaduría el reconocimiento del Consejo de Acreditación en Ciencias Sociales, Contables y Administrativas en la Educación Superior de Latinoamérica (CACSLA), de México.
Así pues, nuestras facultades de Economía, Finanzas, Administración, y Ciencias Sociales, pueden lograr también su reconocimiento internacional, e incluso la Facultad de Comunicación Social y Periodismo puede aspirar a su evaluación por parte del Consejo Latinoamericano de Acreditación en la Educación en Periodismo CLAEP.
En todo caso, no puede olvidarse que nuestra acreditación internacional debe ser un imperativo, a la manera de cómo la obtuvo el año pasado la Universidad del Rosario, por parte de la Agencia Europea de Aseguramiento de la Calidad (EQAA), en cuyo reporte final se destacó de esta última su cultura de planeación y consenso sobre los objetivos estratégicos, su compromiso con el liderazgo transformador y la existencia de recursos y mecanismos consolidados para el apoyo de la investigación.
¡Ojalá algo similar pudiera predicarse del Externado!
[1] Education Policy and Standars Institution.
Así nos llama el Rector del Externado a quienes decimos verdades incomodas para la Universidad. Esa frase despectiva y arrogante también es una forma de corrupción, al ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios.
Así nos llama el Rector del Externado a quienes decimos verdades incomodas para la Universidad. Esa frase despectiva y arrogante también es una forma de corrupción, al ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Tenía lista una columna acerca del deporte en el Externado, tema que me parece sensible y que está de moda por cuenta de los triunfos de nuestros deportistas que, casi siempre para lograrlos sacrifican la calidad de su educación superior a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, en donde el deporte universitario es la incubadora de campeones. Me ocuparé en la próxima edición.
Hoy debo dar cuenta de un par de temas que surgen de mi ocasional encuentro en Bucaramanga con el Rector Henao. Dejo claro que, durante sus épocas de becario en Francia, cuando fue mi profesor en posgrado y maestría, así como durante su periplo como Procurador Delegado ante el Consejo de Estado, tuvimos una relación más que cordial que incluso podría calificarse de incipiente amistad. Sin embargo, luego de nombrado Rector es la tercera vez que me cruzo palabras con él, a pesar de mis intentos fallidos de hace unos años por obtener una cita solo para saludarlo y felicitarlo. Uno en un entierro y otro en la Cámara de Comercio, y el encuentro del pasado viernes. A eso se ha limitado mi relación en estos años con Henao en el poder.
Me encontraba en uno de los salones del antiguo Hotel Bucarica a punto de iniciar mi clase en la especialización de Derecho Procesal Civil, cuando irrumpió –es la palabra exacta- el Rector, y desde la parte de atrás del salón me dijo “el Doctor Estrada, opositor y todavía no lo han echado del Externado”. Su sonrisa en la cara me aclaró, que no a los estudiantes, que no se trataba de una amenaza velada, sino de un chiste un poco flojo, con el que arrancó una franca y cordial conversación de casi veinte minutos.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
No voy a incurrir en la ligereza de convertir en columna esa conversación privada, pero por su relevancia voy a tocar dos temas que salieron a flote luego del “saludito rectoral”, pues de ellos me he ocupado en esta columna en el pasado y han sido tema de varios editoriales de El Radical que he compartido en forma íntegra.
Ofrezco excusas a mis lectores si estas líneas superan el espacio habitual, pero el asunto lo amerita.
La Rectoría es de puertas abiertas, respeta, tolera y promueve la crítica respetuosa
No tengo duda de que esa sea la premisa, de labios para afuera. Pero los hechos son tozudos y demuestran lo contrario. La Rectoría sí tiene las puertas abiertas, pero no para los críticos, sino para los áulicos y aplaudidores, a quienes la lagartería los ha llevado incluso a anunciarse, abusivamente y desmentidos ya, como “voceros del Rector”. Ese es el precio que se paga por promover esos sistemas de poder casi monárquicos, en los que la cercanía con el “rey” hace poderosos a mediocres, promueve abusos y aísla al monarca, a quien solo le dicen lo que quiere oír. Si queda algo del Henao que conocí, debería pasar del dicho al hecho y promover un debate abierto y franco sobre el manejo y futuro de nuestro Externado, con reglas claras, temas definidos, desde luego en un ambiente propositivo y constructivo. Que nadie se llame a engaños, los Radicales nos debemos al Externado y solo queremos lo mejor para nuestra casa de estudios. Mientras ello no ocurra, quienes vemos las cosas de otro modo y no tenemos el privilegio de “entrar” a la Rectoría tendremos que seguirlas diciendo en otros escenarios, recibiendo el calificativo de opositores.
En el Externado no hay corrupción y esa es una acusación injusta y temeraria
Para abordar este tema lo primero que hay que tener claro es ¿Cuál es alcance del concepto de corrupción? Si incurrimos en el error de sostener que es solo apropiarse de recursos, pues sin duda quien esto escribe no tiene pruebas de que ello ocurra en el Externado –aunque seguimos sin conocer los resultados de la famosa auditoria y la anhelada rendición de cuentas, que podrían evidenciar otras cosas-.
Para no entrar en terrenos farragosos, me limito a la definición de la RAE. Corrupción es la acción y efecto de corromper. Depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar. La corrupción, en consecuencia, puede tratarse de una depravación moral o simbólica. Se corrompen las tradiciones, por ejemplo. Y ciertas afirmaciones en boca de un directivo del Externado contribuyen a la corrupción del respeto a la crítica, que en el Externado debe ser sagrado. La corrupción es también incurrir en “abusos del poder” para obtener ventajas ilegítimas y defraudar la confianza pública.
Puesto el concepto en ese contexto, legítimo y cierto, sí es posible sostener que en el Externado hay hechos de corrupción. Decir, por ejemplo, que quienes escribimos en El Radical lo hacemos porque queremos poner a Eduardo Montealegre de Rector, es una afirmación mentirosa que constituye corrupción, pues se falsea la realidad para buscar beneficios personales. Mantener como docentes a mediocres cuyo único mérito es su amistad con un poderoso, es corrupción; convertir una reelección en una prórroga automática del periodo rectoral, es corrupción. Minimizar casos de presunto acoso laboral y/o sexual, es corrupción. Repartir beneficios, becas y cursos en el exterior sin criterios objetivos, corrompe el sistema de méritos y mata la igualdad. No convocar a elecciones de Consejo Directivo sino para ajustar los cupos de los estudiantes, cuando el periodo de los profesores está aún más que vencido, es corrupción.
Todos estos actos y otros más que dejo entre el tintero, son corrupción porque echan a perder, pervierten y legitiman el uso abusivo del poder en beneficio de un interés personal y, repito, traicionan la confianza pública.
Mi conversación con el Rector concluyó como empezó. En efecto, le dije con franqueza que era mucha la gente que coincidía en las apreciaciones que le di. Sonriente me dijo desde la parte de atrás del salón con su inconfundible forma de hablar “son diez gatos”. Esa frase despectiva y ese convencimiento arrogante lo resume todo, pues es también una forma de corrupción, al ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios para continuar ejerciendo un poder ilimitado y arbitrario. El Rector olvida que muchos callan para mantener privilegios.
Otros hablan, pero no de frente, y pocos decimos las cosas mirando a los ojos o firmando con nombre y apellido, porque nuestro estómago no está conectado a la sonda inagotable de la pagaduría del Externado y somos libres no solo para el discurso de liberalismo, que se debe publicitar, pero, sobre todo, ejercer sin atropellar.
El Externado cierra su Maestría en Derechos Humanos y da por terminado un convenio con la Universidad Carlos III de Madrid.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Hace alrededor de veinte años un trío de notables sembró la idea de desarrollar en Colombia un programa académico que contribuyera de modo específico al mejoramiento de la compleja situación de derechos humanos que se vivía en el país y que a la vez fomentara una colaboración recíproca entre estudiosos de dos instituciones que por varias razones parecían llamadas a hermanarse.
Los notables eran Fernando Hinestrosa, Gregorio Peces-Barba y Luis Villar Borda; las instituciones: el Externado y el Instituto Bartolomé de las Casas de la Universidad Carlos III de Madrid. Esa idea cristalizó en un convenio de intercambios académicos que ha dado varios frutos y en un ambicioso programa de Maestría en “Derechos Humanos y Democratización”, que se ha impartido sin interrupción en Bogotá desde el año 2006 y que es homologable al título oficial que le permite a sus egresados continuar con su doctorado en Madrid, si así lo deciden.
Se pactó que el programa estuviera codirigido por ambas instituciones en condiciones de igualdad y que la movilidad de profesores fuera recíproca. Los primeros codirectores fuimos Miguel Ángel Ramiro, por la Carlos III, y quien esto escribe, por el Externado. Todos los que hayan gestionado programas académicos saben lo dispendioso que es diseñar un plan de estudios que luego hay que someter a mil trámites burocráticos, licencias estatales, solicitudes de financiación, y luego presentarlo ante una comunidad académica que por definición es escéptica y crítica.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Todo eso se hizo con éxito, en tándem, y la criatura comenzó a andar. Recuerdo que para las primeras promociones de la maestría requerimos de subsidio por parte de la cooperación española, ya que la movilidad de profesores acarreaba unos gastos para los que eran insuficientes los fondos de las matrículas, pero a partir del tercer año la maestría ya superó esos puntos de equilibrio y se pudo sostener sin acudir a financiación externa. Recuerdo también que cuando el proyecto comenzó a dar sus primeros frutos académicos, para sorpresa de quienes lo gestionábamos comenzó también a dejar excedentes económicos, y la Universidad Carlos III renunció a ellos en lo que proporcionalmente podía corresponderle.
Aún me produce viva emoción la evocación de las reuniones de los equipos de profesores, españoles y colombianos, comprometidos sinceramente en el diseño del mejor programa curricular posible para cada curso, pendientes de las variaciones que convenía introducirle, en un ambiente académicamente riguroso pero también fraternal, francamente empeñado en poner nuestro grano de arena profesional en la mejora de nuestro sistema político y de convivencia.
Recuerdo también, con iguales sentimientos, las “Semanas de Maestría” en las que, mes tras mes, viajaba a Bogotá un profesor desde Madrid (a veces varios) a compartir cátedra con los nuestros frente a los estudiantes. Por supuesto, en mi memoria también están las clases que los nuestros impartieron en Madrid, porque el programa era en todo bilateral.
No tengo la menor duda de que el programa ha sido útil a nuestra sociedad. Algunos de sus egresados han colaborado luego activamente en la construcción de nuestra paz, ya sea desde las instituciones que tuvieron a su cargo la negociación con la antigua guerrilla de las Farc o luego en su fase de implementación. Otros han ingresado luego al poder judicial, lo que ha hecho visible la huella de la maestría en la jurisprudencia (en numerosas ocasiones con citas explícitas a los textos de los profesores), otros, en fin, decidieron continuar la carrera académica en Madrid.
Por todo ello y por otras razones que callaré, me impactó que nuestro Externado decidiera hace unas semanas, de modo unilateral, sin haberlo conversado con nuestros aliados, dar por terminados tanto el programa de maestría como el convenio con el Instituto Bartolomé de las Casas de la Carlos III. Es posible que el programa requiriera de un nuevo remozamiento, o de alguna transformación en sus objetivos, y estoy seguro de que si el Externado hubiera manifestado sus nuevas propuestas, se habrían podido pactar las modificaciones. Pero no fue así. Simplemente la Universidad le notificó a la Carlos III que el programa no se renueva y le agradeció sus servicios. Sinceramente, colegas del Externado, así no se trata a un socio leal, comprometido y persistente, que además (y esto no es común) nos había tratado como iguales.
Esta lamentable noticia me ha hecho pensar en lo errado que es considerar que los logros del presente son irreversibles. A pesar de nuestro discurso de profesores sobre la rigidez jurídica, la progresividad y la fuerza normativa de las cláusulas de derechos humanos, lo cierto es que su permanencia no está garantizada ni resulta obvia ni consolidada. La democracia colombiana todavía dista enormemente de ser plenamente eficaz y tenemos grandes desafíos en la edificación de un régimen satisfactorio de derechos humanos, pero en vez de avances son retrocesos lo que está al orden del día, como se puede ver tanto en la política como en la Universidad.
Mil gracias a todos los estudiantes que desde el año 2006 confiaron en nuestra oferta académica: su formación profesional fue siempre la razón principal del programa; mil gracias a los colegas y amigos españoles que con devoción venían a Bogotá mes tras mes: sus semillas han dado frutos y seguirán dándolos; mil gracias a Miguel Ángel Ramiro, Javier Ansuátegui y María del Carmen Barranco por su compromiso con los derechos humanos de los colombianos y por su fraternidad generosa: sus amistades quedan para siempre y su talante ya está en nuestro corazón.
Mil gracias, en fin a esos tres grandes, Hinestrosa, Peces-Barba y Villar: menos mal no están aquí para pasar esta vergüenza.
Ya basta de dilación, silencio y aplazamiento indefinido, llegó el momento de asumir las riendas de la Universidad para retomar el camino que se perdió con la administración actual.
Ya basta de dilación, silencio y aplazamiento indefinido, llegó el momento de asumir las riendas de la Universidad para retomar el camino que se perdió con la administración actual.
Por: Saúl Sotomonte.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
La situación que atraviesa nuestra Universidad me obliga a invitar a todos y cada uno de los integrantes de la Comunidad Externadista a hacer una seria y necesaria reflexión sobre el estado de la misma y de su futuro, que nos permita recuperarnos y tener la solidez no solamente económica sino fundamentalmente académica, como es lo debido.
Desde el punto de vista patrimonial la institución tiene una gran fortaleza por las inversiones heredadas de la anterior administración. En lo administrativo estamos ante una situación sin manual de funciones y del ejercicio del poder rectoral a través de un mandato conferido por el Rector, desconociendo que es al Consejo Directivo a quien corresponde su designación.
En cuanto a los resultados de la actividad académica todo indica, hasta donde se puede saber, que la situación es deficitaria, quizá en parte por factores externos que aquejan también a otros centros educativos, pero en nuestro caso se debe fundamentalmente a la ausencia de liderazgo, lo que se traduce en la falta de conducción, organización y orden, y lo que es peor: No se tiene por encima del anhelado aumento del número de matriculados, un paradigma que nos permita sentirnos orgullosos del mismo. Se está en la tarea de fortalecer un acaparamiento indebido y de hecho en el control administrativo, patrimonial y académico de la Universidad. Todos lo sabemos pero muchos se callan por indiferencia o temor, y otros por pequeños intereses o por nimios deseos de figuración, como si el destino que todo ser humano debe buscar se tenga que quedar al nivel de minúsculos estímulos. Con nuestro ejemplo enseñémosle a nuestra juventud la búsqueda del éxito con gallardía y transparencia.
Todo lo que aquí afirmo no es nuevo, lo he dicho en anteriores columnas y en las sesiones del Consejo Directivo a lo largo de los últimos siete años y la única respuesta que se ha recibido ha sido la dilación, el silencio, el aplazamiento indefinido o la decisión mayoritaria sin razonamiento alguno, y por fuera de él la deformación de la verdad sin rubor alguno.
Saúl Sotomonte, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En aras de la democratización y la transparencia pedimos desde un comienzo la reforma de los estatutos, el cambio del Consejo Directivo para evitar el conflicto de intereses en la toma de decisiones, especialmente en lo que tiene que ver con la reelección del Rector y con la aprobación de las cuentas y nada se responde. Reclamamos un estatuto profesoral que establezca las funciones y los proteja frente a la desigualdad en el tratamiento salarial y de estímulos que impera y no se escucha. Se reclama contra la injerencia del Rector en la nominación de la Revisoría Fiscal que lo debe fiscalizar y de la Auditoría que lo debe auditar y de cuyo informe estamos pendientes y siempre se dice ya viene, ya viene, y nunca llega. Quizá por las interferencias que se vislumbran y que de ser así, le quitan legitimidad. De igual manera, tampoco se ha podido conocer el estudio de un importante analista sobre el Gobierno de la institución, del que se filtró en un previo informe la sugerencia de cambios en el manejo familiar los cuales retuvimos, pero se nos mantiene a la espera del resultado final, del que parecería que lo someterían a la ley del silencio antes aprobada para las cuentas y las actas.
Esperamos que el trabajo preparatorio que se adelanta en el Consejo Directivo para la formación del Consejo de Profesores y del futuro Consejo Directivo sea democrático y transparente y no esté afectado por la búsqueda de un indebido control.
Para evitar desviadas interpretaciones, afirmo que lo aquí expresado no es un ataque a la Universidad sino una crítica al manejo que se le está dando y a la manera deslucida como se promocionan en público sus personajes.
Invito a los miembros de nuestra comunidad a debatir estos temas, ya sea en debates abiertos o escribiendo en este periódico, con la seguridad de qué si estoy equivocado o no son ciertas mis afirmaciones, públicamente lo reconoceré en cualquier escenario. Lo hago por el bien de la Universidad y por su legado histórico. Cuando Nicolás Pinzón la fundó no lo hizo pensando en dejar un legado patrimonial – económico a una familia. Lo hizo buscando dejarle al país un legado histórico de gran contenido ideológico y político válido para cualquier época.
Siendo que la Universidad es una Fundación, la que por su naturaleza no tiene propietarios, buscar lo contrario constituye un abuso de poder que no solamente es antiético e inmoral sino que también puede ser violatorio de la ley en grado sumo y de los estatutos. Dónde están el derecho y los méritos para esa avanzada?
En Colombia todos se venden con tal de llegar al poder, o de no soltarlo, que viene siendo lo mismo.
Por: María Antonia Pardo.
Graduada de la Universidad Externado de Colombia.
Ya lo sé, ya lo sé ¿Qué más puedo esperar si estamos en Macondo en donde la única diferencia entre conservadores y liberales es que unos van a misa de cinco y los otros a misa de ocho? Gabo la tenía clara cuando escribió ‘Cien años de soledad’, clarísima. Tanta violencia, tanta matazón, tanta sangre derramada por un trapo azul y un trapo rojo, para nada. El meollo del asunto no era lograr cambios, ¡qué va! Era repartirse el poder dejando todo igual.
¿Recuerdan ese pasaje de la novela cuando el coronel Aureliano Buendía, quien lideraba las tropas liberales, escucha absorto a varios políticos liberales, es decir de su propio bando, de su misma orilla, que intentan explicarle el acuerdo al que habían llegado luego de negociar con el Gobierno conservador de turno? Esa escena es magistral porque muestra, de manera descarnada, nuestro pandito talante democrático. ¡Qué manera tan perversa tenemos de acomodarnos!
Después de muchas batallas, de ilusionar a todo un pueblo, de prometerles lo divino y lo humano a quienes entregaron la vida de sus hijos para lograr un país más justo, después de tantos muertos, los mismos políticos liberales salieron con el consabido chorro de babas y traicionaron a quienes los habían respaldado. ¿Qué le pidieron al coronel? Básicamente que renunciara a los principios liberales por los que había luchado. ¿Quiere usted, don Aureliano, recibir el apoyo de los terratenientes, de los católicos y de las familias macondianas? No pida entonces que se revisen los títulos de propiedad de las haciendas, no toque a los terratenientes, no se meta más con el clérigo que la iglesia en este país es sagrada, no pida igualdad entre hijos legítimos y bastardos, no atente contra la unidad familiar otorgándoles derechos a los hijos concebidos en la calle. Deje así.
María Antonia Pardo, graduada de la Universidad Externado de Colombia.
A toda esa perorata, el coronel Aureliano respondió sabiamente: “Quiere decir entonces que solo estamos luchando por el poder”. Y no se equivocó.
¿Algo más real que la ficción política del mundo macondiando de Gabo? Veamos el estado actual del Partido Liberal colombiano para entender que, en efecto, Macondo está más vivo que nunca. César Gaviria, luego de aliarse con los defensores del NO en el plebiscito para que Iván Duque llegara al poder y retornara el uribismo a la Casa de Nariño, de dejar solo a Humberto de la Calle, el gestor del Acuerdo de Paz, en su aspiración presidencial, de traicionarlo, de negociar puestos y privilegios con el Gobierno uribista para su esposa e hijo, ahora da la estocada final: acude a hordas cristianas, que hace nada estaban con Cambio Radical, que eran vargaslleristas, para reforzar el liberalismo. Es decir, ¡el liberalismo reforzado a punta de camándula y aleluyas!
La lista al Concejo de Bogotá por el Partido Liberal la encabezará nada más y nada menos que Sara Castellanos, de la Misión Carismática Internacional, la misma que imposta la voz al hablar sobre una tarima, arrastrando las eses, como típico pastor embaucador. Ella, hija de Claudia Rodríguez, senadora de CR, ¿Tiene con qué liderar los principios liberales en el Concejo? Obviamente no, y no solo porque no cree en ellos, sino también porque la idea no es esa, la idea de meterla a ella allí, como número uno del liberalismo, no es defender el liberalismo y sus ideas, es sumar poder.
¡Ay, Gabo, te debes estar revolcando en tu tumba!
¿Para qué meter al Partido a una mujer que se opondrá al aborto, al matrimonio igualitario, a que le demos educación sexual a los menores en el colegio a ver si reducimos los índices de embarazos en adolescentes, a que se respete la laicidad del Estado? ¿Para qué incorporar a otra Viviane Morales si ya sabemos que será como la mosca en la leche? ¿Para qué? La respuesta es obvia, por los miles de votos cristianos que están en juego. Y los votos, en nuestro paupérrimo y vendido sistema electoral, pesan más que las convicciones, que los ideales. Acá todos se venden con tal de llegar al poder, o de no soltarlo, que viene siendo lo mismo.
Lo increíble es que en este estado de cosas tan lamentable, en esta situación en la que los liberales son tan o más godos que los propios godos, muchos aún no entienden por qué le exigimos a nuestra Universidad, al Externado, que mantenga sus raíces intactas, que recuerde de dónde viene y cuál es su misión académica: impartir una educación liberal que forme ciudadanos demócratas que luche por el Estado Social de Derecho. O, en resumen, un alma mater que eduque en los principios del liberalismo, que los defienda, para ver si por fin algún día dejamos de tener tantos camaleones como Gaviria posando de liberales cuando no lo son.