El rector Hernando Parra ha intentado superar los vacíos que encontró y todo indica que ha tomado el control de los aspectos más sensibles del Externado; sin embargo, la reconstrucción y proyección de lo que se viene no será tarea fácil.
La nueva decana de la Facultad de Derecho cuenta con las horas de vuelo y la credibilidad de la comunidad externadista para liderar la actualización del pensum del programa, la semestralización de la carrera, la adopción de un estatuto profesoral equilibrado y pluralista, y la acreditación del pregrado. ¡Bienvenida!
Hernando Parra cumple su primer aniversario como rector. En su administración se adoptaron las medidas para superar la crisis financiera, se vinculó personal idóneo para asumir los cargos directivos y se están enfrentando los problemas de acreditaciones ante el Ministerio de Educación. La tarea apenas comienza.
Camille Vásquez, quien defendió al actor Johnny Depp en el resonado juicio contra su ex esposa Amber Heard, condujo el proceso con habilidad impresionante, convirtiéndose en un caso de éxito y de estudio para los profesores y estudiantes de Derecho Probatorio.
Las elecciones para nombrar a un nuevo Consejo Directivo en el Externado son una oportunidad histórica que no podemos desaprovechar.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Se avecinan las elecciones, tantas veces postergadas, para renovar el Consejo Directivo de nuestra Universidad Externado. Por lo que hace a la representación profesoral en el Consejo, este ejercicio, que debería formar parte de la rutina universitaria, se ha vuelto excepcional, casi que inaugural, pues hace ya más de veinte años no se convoca un certamen de este tipo.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
El evento tiene además un punto de partida que no es deseable en ninguna democracia: la ausencia de reglas electorales previas, que no susciten sospechas de haber sido elaboradas ad hoc, con algún efecto distorsionador que tienda a premiar o a castigar a alguna candidatura. Ello le impone un deber especial de transparencia e imparcialidad a quienes diseñen tales reglas, de modo que el resultado de su trabajo garantice una participación amplia, en condiciones de libertad e igualdad, con reglas neutrales, suficientemente conocidas y reconocidas, que conduzcan a una genuina representación proporcional, pues sólo así el órgano resultante gozará de legitimidad institucional para asumir sus funciones.
La participación debe ser la más amplia posible. Para ello, no sólo debe garantizarse el derecho a votar con entera libertad a todo el cuerpo profesoral; también se debe permitir la presentación de candidaturas sin requisitos adicionales a la antigüedad establecida en los estatutos de la Universidad. Las reglas que establezcan restricciones o inhabilidades deben ser muy excepcionales y tener un fundamento prácticamente consensuado. De lo contrario, esas reglas tendrán que soportar tachas por excluyentes y sesgadas. Ojalá se presenten múltiples candidaturas: la riqueza intelectual de la Universidad se reflejará mejor en su órgano de gobierno mientras más abierto sea el debate.
Ese debate debe estar rodeado de garantías de libertad, deliberación suficiente, neutralidad de las autoridades e igualdad entre las candidaturas. El acceso a la información institucional para presentar las propuestas debe estar plenamente garantizado a todos, así como la posibilidad de difundir esas propuestas entre el cuerpo profesoral, sin privilegios para ninguna lista.
Por último, el resultado de la votación debe conducir a una representación proporcional que refleje, del modo más fidedigno posible, la decisión de los sufragantes. Existen múltiples sistemas conocidos de recuento de votos y asignación de escaños. Dentro de ellos, se suele reconocer que la circunscripción universal y el sistema de cociente electoral y mayor residuo contienen las reglas más neutrales de representación: son las que en mejor modo garantizan la igualdad del voto. Además, por ser reglas conocidas en nuestro país, no despiertan suspicacias de favorecimientos indebidos. Por el contrario, la creación de circunscripciones especiales, o de cuotas fijas o mínimas de representación, siempre contienen un sesgo que distorsiona la decisión democrática para favorecer o desestimular a algún grupo específico. Por tanto, esas normas especiales deben ser también muy excepcionales, suficientemente justificadas, y en verdad, resultan desaconsejables si se está ante la inmediatez de una elección determinada, que es el caso que nos ocupa.
A pesar de la fragilidad que supone la ausencia de reglas previas, tenemos una situación muy favorable para el funcionamiento de cualquier gobierno democrático: la lógica de la igualdad. Todos los profesores del Externado somos personas libres, que por igual le entregamos lo mejor de nuestras mentes a las generaciones de jóvenes que llenan nuestras aulas; entre nosotros no hay jerarquías, ni reconocemos mesías ni personalidades sobrenaturales. Somos profundamente racionales y estamos en capacidad de informarnos bien sobre lo que está en juego.
En fin, nos enfrentamos a la posibilidad de darle un ejemplo a nuestra sociedad de un ejercicio democrático de buena calidad, enaltecedor, que nos enorgullezca como colectivo y proyecte la Universidad Externado hacia lo mejor. Ojalá no lo desperdiciemos.
Este valor es un deber ser para la Universidad Externado, sin el cual no podemos reconocernos.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Nuestra Universidad Externado necesita apostarle a la transparencia si quiere mantener (¿o recuperar?) el lugar que ha ocupado en la conciencia crítica del país. Más allá de una obligación legal, la transparencia es un presupuesto para el Gobierno democrático de la institución, una buena práctica de gestión que la fortalece, genera confianza y compromiso entre los miembros de la comunidad académica y ubica a la universidad, en el contexto de la sociedad colombiana, como una institución privada ejemplar, seria, cristalina, sin dogmas ni secretos, dedicada al fomento de las ciencias sociales y a la formación de los mejores profesionales.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
La transparencia no puede ser vista como un límite a la autonomía universitaria ni como una carga para incomodar a sus autoridades. Por el contrario, la transparencia es imprescindible para que los universitarios podamos tomar decisiones autónomas, pues sólo a partir del conocimiento de aquello con lo que la universidad cuenta, puede planearse su futuro. Como corolario, sin transparencia, no hay posibilidad de realizar la autonomía universitaria. Por otra parte, la transparencia de una institución como el Externado refuerza sus vínculos con la sociedad, una sociedad como la colombiana que está urgida de reconocerse en instituciones que, precisamente por su independencia, su tradición de libertad y de rigor, puede servirle como faro y punto de encuentro en la coyuntura actual tan desasosegada de su vida política.
Comportarse ante los reclamos de transparencia con menosprecio y con lógica empresarial destruye la esencia de la universidad como institución para el cultivo del pensamiento crítico y como entidad sin ánimo de lucro, que surgió y se mantiene, no está de más recordarlo, por la decisión de unas personas independientes, decididas a desarrollar actividades académicas y científicas en un ambiente de libertad, de laicidad y de igualdad entre ellas. El manejo de los recursos del Externado no debe despertar suspicacia alguna, así como tampoco los motivos de las decisiones sobre la dirección de las distintas facultades, el número de estudiantes y de profesores, sus calidades, las políticas de empleo y hasta el manejo de la infraestructura de las sedes. La opacidad siempre generará desconfianza y sospechas, que no se acallan con erráticos golpes de autoridad.
Existen varias organizaciones, en Colombia y otros países, dedicadas a luchar por la transparencia universitaria, algunas de las cuales proponen índices de medición, incluso para Instituciones de Educación Superior privadas. La información de las universidades, a la luz de estas organizaciones, debe ser visible, accesible, integral y actualizada, y debe contener datos verídicos sobre aspectos como el número de trabajadores, el perfil de los profesores y las distintas escalas salariales, los principales resultados de investigación, el número de estudiantes matriculados en cada programa académico, los resultados académicos, los canales de comunicación con los alumnos, la información completa sobre becas y ayudas económicas, el presupuesto con información desglosada sobre sus ingresos y gastos, los estados financieros, la memoria de las cuentas y los informes de auditoría externa.
Sólo con la publicidad de esta información, que en los modelos de transparencia debe ser incluso de libre acceso en el sitio de Internet de la institución, se hace posible que la propia universidad determine en qué materias y en qué proporción se invierten sus recursos, así como qué tan ambiciosos pueden ser sus planes de investigación hacia el futuro, o cómo fortalecer sus programas académicos.
La opacidad es un disvalor para la universidad, pues sugiere y propicia un ambiente oscuro de gestión, así sus encargados actúen de buena fe. La transparencia nos permitirá actuar a plena luz. Post tenebras spero lucem.
La automatización, la despersonalización y el estancamiento son los 3 grandes errores en lo que puede caer un profesor y que no debe. También la causa por la cual los profesores universitarios deben concentrarse en la docencia para enseñar a pensar.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
1. Automatización
A finales del año pasado, un buen amigo mío, el profesor peruano César Landa, divulgó en sus redes sociales una foto tomada en un congreso de derecho constitucional en la China, en la que junto a él aparecen un catedrático de la Universidad anfitriona y su asistente. La imágen no llamaría la atención salvo por el detalle de que el docente asistente es un robot. El aparato es capaz de hacer presentaciones sobre temas jurídicos, responde preguntas de los estudiantes, procesa muchísima más información de la que puede abarcar un cerebro humano, combina estrategias pedagógicas que difícilmente podría conocer un solo jurista, y por supuesto, no tiene reivindicaciones salariales ni es crítico del sistema universitario. Su precio es similar a lo que cuesta una beca para formar un Doctor en ciencias sociales en una Universidad europea.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
2. Despersonalización
Cada vez son más frecuentes los cursos cortos, de no más de veinte horas de clase, ya sean “asignaturas” de posgrado, o “módulos” (horrible palabro) en el pregrado. Los estudiantes ven pasar por sus aulas un elenco muy numeroso de docentes, normalmente competentes y juiciosos, de quienes después de terminado el año difícilmente recuerdan el nombre o los temas que trató. Los profesores tampoco recuerdan quiénes fueron los alumnos. Para completar el círculo, la Universidad cuenta con una amplia gama de maestros disponibles para un mismo curso. Si alguno tiene un problema de horario, deja ver alguna vanidad o simplemente no contestó al teléfono cuando lo llamaron, pues se le avisa a otro y ya.
3. Estancamiento
La tecnología está cambiando el mundo a una velocidad que las universidades no han asimilado. La formación universitaria está siendo suplida por una educación técnica más o menos informal, flexible y casi siempre computarizada, y frente a ello las Institución de Educación Superior permanecen aferradas a sus tradiciones, haciendo prácticamente lo mismo desde hace un siglo, así ahora manejen la información en computadores. “La docencia es el arte de repetir”, me decía hace años un colega que estaba en la cima de la reputación académica, mientras yo iniciaba la carrera docente. Hoy creo que tenía algo de razón, pero solo cuando no existía internet ni inteligencia artificial, y cuando tampoco había llegado a las universidades la heterogeneidad fracturada de la sociedad de nuestros días.
Automatización, despersonalización, estancamiento. ¿En qué quedamos los profesores ante ese panorama? ¿Fichas reemplazables por un colega que tal vez hayamos visto solo un par de veces, o por una máquina mucho más eficiente que nosotros para manejar información? ¿Cuál es la utilidad social del “arte de repetir”?
Estoy convencido de que estos desafíos se pueden responder, sin pesimismo, dejándole a las máquinas lo que hacen mejor y concentrando la docencia en aquello para lo que los profesores universitarios podemos ser especialmente buenos: derrumbar dogmas, despertar el espíritu crítico de los estudiantes y de la sociedad, señalar las injusticias de nuestros tiempos y buscarles alguna solución, abrirle perspectivas intelectuales a los que pasan por las aulas, ser rigurosos, correctos y empáticos. En tres palabras: enseñar a pensar.
En mi recorrido universitario pasé por algunos profesores irrelevantes, eso es inevitable, pero declaro con orgullo estar hecho del material que abrieron para mi mente varios maestros sin los cuales no me reconocería. Algunos ya fallecieron, otros aún viven, y a todos les tengo afecto y gratitud eternas. Ellos saben quiénes son.
Es hora de semestralizar la carrera de derecho en el Externado
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Hay que admitirlo: el plan de estudios del pregrado del programa de Derecho del Externado requiere una importante renovación para que los egresados de nuestra querida Facultad mantengan el puesto de vanguardia que tradicionalmente han tenido.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Ese plan fue un acierto cuando lo diseñaron los maestros de hace varias generaciones, pero desde entonces el mundo ha cambiado de modo notable, y con él el ejercicio de la abogacía: en aquellos años no había Internet, ni bases electrónicas de datos, tampoco aulas virtuales; menos aún se consideraban la interdisciplinariedad, la flexibilidad de la oferta académica y la movilidad de estudiantes como elementos connaturales a la formación universitaria; además tampoco se planteaba un mundo globalizado en el que los abogados requieren de destrezas en asuntos internacionales, que muchas veces se desenvuelven, por cierto, en idiomas extranjeros.
Tenemos entonces que replantearnos los contenidos, los métodos y las estrategias pedagógicas de la formación que se imparte en nuestra Facultad. La semestralización de los estudios es una buena herramienta para ello, porque trae al menos los siguientes cinco beneficios:
Propicia una reflexión sobre el contenido de las asignaturas que conforman el plan de estudios actual, pues la semestralización no puede ser una simple división de las actuales en dos. Tendríamos la oportunidad de definir un núcleo básico, obligatorio, y abrir una oferta amplia para asignaturas especializadas electivas. En ese sentido, la semestralización acarrea el enriquecimiento de la oferta educativa.
Permite ofrecer asignaturas nuevas, que hoy todos echamos de menos, y eliminar repeticiones del plan actual, de las que también todos somos conscientes. Es decir, optimiza el trabajo académico.
Facilita la flexibilidad y la interdisciplinariedad, dado que las demás carreras de la Universidad son todas semestralizadas. Un estudiante de derecho podría tomar asignaturas en Economía o en Ciencias Sociales (por poner solo unos ejemplos). Incluso, la semestralización facilita pensar en la doble titulación.
Mitiga el impacto negativo de los fracasos académicos. Sin duda es menos traumático y costoso repetir una asignatura semestral, o incluso todo un semestre, que una materia anual o un año completo. En ese mismo orden de ideas, la semestralización facilita la suspensión o aplazamiento de materias, lo que permite mayor movilidad.
Compromete a la comunidad académica con una idea cuyo éxito tenemos que garantizar. En ese sentido, remoza el sentido de pertenencia y el protagonismo de los académicos en la Facultad.
No está de más recordar que ya hay algunos avances tímidos en esa dirección, que permiten perderle el miedo a un cambio de mayor envergadura, pues en verdad, aunque hoy en día la programación de la carrera es anual, hay algunas asignaturas semestrales y otras, de duración formalmente anual, pero que se imparten en módulos separados de duración menor a la semestral. Así mismo, dada la experiencia que tiene la Universidad con las otras carreras, no tendrían por qué presentarse obstáculos administrativos para ese cambio.
Eso sí, hay que concentrarse en que el diseño semestral no traiga consigo disminución del rigor académico. En ese sentido, habrá que desterrar el prejuicio, condimentado por la inercia de tantos años, de que un semestre es un período un tanto banal.
Esta columna de opinión, realizada por Néstor Osuna, aborda la autonomía universitaria como una condición que debe tener la universidad y no como un fin. Esto para desarrollo de los estudiantes y la universidad. También señala que el gobierno universitario ha sido desplazado por la gestión administrativa, procurando primero el bienestar económico y olvidando el progreso cultural y científico de la sociedad.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
El artículo 69 de la Constitución establece la autonomía universitaria, por cuya virtud las universidades tienen capacidad de autorregulación filosófica y académica, así como independencia para determinar sus formas de gobierno.
Esa autonomía no es un fin, como parecen entenderlo a veces las burocracias universitarias, sino la garantía de uno de los pilotes sobre los que están edificadas las sociedades que persiguen su progreso y mejoramiento: la libertad académica, que a su vez es la atmósfera espiritual imprescindible para que los estudiantes puedan desempeñar su trabajo y desplegar su razón de ser.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Dado entonces que la finalidad de la autonomía universitaria es permitir que las universidades cumplan con su función social, y que esta no es otra que construir y transmitir conocimientos en las ciencias, las artes y las humanidades, resulta ajena a su contenido su instrumentación como simple prerrogativa de tipo empresarial, así como su invocación como muralla de aislamiento frente a la sociedad o su utilización como herramienta de control dentro de las instituciones.
Tal como lo dijo nuestra Corte Constitucional en el año 2005, la autonomía universitaria existe para que las universidades sean “verdaderos centros de pensamiento libre, exentos de presiones que puedan perturbar su cometido o que les impidan cumplir adecuadamente con sus objetivos y funciones”.
Andrés Bernasconi, ha puesto de relieve la estrecha relación que existe entre la autonomía universitaria y la legitimidad de los gobiernos universitarios, bajo el entendido de que estos, como todos, requieren de legitimidad para sostenerse y de que esa legitimidad no puede desatender su aptitud para conducir a estos centros educativos hacia el cumplimiento de su misión.
La legitimidad universitaria, entonces, se mantiene en cuanto no desatienda los fines de la universidad, y en su origen, puede provenir de lo que este autor llama la “jerarquía del saber”, es decir, la auctoritas de los profesores con más reconocimiento o mayor vocación académica, o también puede tratarse de una legitimidad política racional basada en el voto y la confianza de los miembros de la comunidad académica.
Sin embargo, el autor también reseña una tendencia reciente a admitir tipos burocráticos o corporativos de legitimación, que apuntan a la gestión administrativa más que a la actividad académica, casos en los cuales es común el desplazamiento del gobierno universitario hacia actores externos a las instituciones, de los que se espera acierto en la gestión de los recursos económicos de las universidades y poca inferencia en los procesos académicos.
Por supuesto que la gestión de las universidades debe tener en cuenta la necesidad de supervivencia económica de los centros de educación superior, eso es una obviedad, pero dado que la finalidad de estas no es la obtención de lucro, sino el progreso cultural y científico de la sociedad, no debe perderse de vista ese vínculo entre autonomía universitaria y libertad académica.
Por tanto, la autonomía y el gobierno de las universidades deben estar al servicio de su comunidad, esto es, profesores, profesoras y estudiantes, que son quienes, en la búsqueda de nuevos horizontes científicos o culturales, en un ambiente de libertad, hacen universidad.