

Lunar negro
El Externado quiere verdaderos debates de los candidatos a consejo directivo con preguntas abiertas sin libretos, sin censura ni restricciones. Quien no esté dispuesto a responder todo, que no aspire a nada.
Lunar negro
El Externado quiere verdaderos debates de los candidatos a consejo directivo con preguntas abiertas sin libretos, sin censura ni restricciones. Quien no esté dispuesto a responder todo, que no aspire a nada.
El Externado está de plácemes porque definitivamente ha quedado desterrada la nefasta experiencia de los consejos directivos eternos que se prolongaban en el tiempo sin que mediara la ratificación del electorado. La comunidad externadista aprendió que es necesario renovar en las urnas el respaldo a los miembros del consejo directivo y en hora buena ha convocado esta elección del 27 de octubre.
EL RADICAL no tomará partido por ninguna de las tres listas conformadas, porque prefiere mantener su independencia y así poder expresar su opinión. No obstante, los columnistas que eventualmente intervengan con sus artículos por supuesto que son autónomos para manifestar si adhieren o no a una u otra lista, sin que la publicación de sus contribuciones signifique que este medio tiene candidatos.
Precisamente para despejar esa inquietud, EL RADICAL ha abierto sus páginas para que quienes estén dispuestos escriban sus columnas las cuales serán acogidas libremente.
Este periódico virtual quiere contribuir al proceso electoral y por eso en esta edición se divulgan entrevistas respondidas por las cabezas de cada una de las listas, porque los externadistas tenemos derecho a conocer quiénes son los aspirantes a consejo directivo y qué es lo que se proponen hacer en los próximos dos años. Allí están las preguntas formuladas por EL RADICAL y cada una de las respuestas, ejercicio que debe sumarse a los debates generales convocados para el 18 (virtual) y el 24 de octubre (presencial), además de los conversatorios con Facultades del 19, 20 y 21 de octubre.
Las listas reflejan lo que somos, unas más que otros. Por lo general en las listas de candidatos no hay indeseables, salvo algún chismoso irredento de peluquería que logró filtrarse en una de ellas, cuya presencia afea la plancha que ingenuamente y de buena fe lo acogió. Pero que elija el electorado.
EL RADICAL no ve con malos ojos que algunos de los miembros del actual consejo directivo pretendan reelegirse, ni asume que esa actitud riña con las críticas a los consejos directivos cuasi vitalicios, como el que se mantuvo por lo menos 24 años agachando la cabeza para que las administraciones hicieran y deshicieran, manejando la Universidad como si fuese una finca propia. En efecto, la crítica que este medio formuló y sostiene es que los miembros del consejo directivo no deben perpetuarse en esos cargos simplemente porque no se convocan elecciones para renovarlos, pues ese esquema es lo más parecido a una dictadura. Esa situación no es la misma, cuando un miembro del consejo presenta su nombre a una nueva elección, porque en ese escenario los votantes tienen oportunidad con su voto de confirmar o rechazar su trabajo. Allí se expresa la democracia, que es lo que no ocurría con ese remedo de consejo directivo indefinido.
En todo caso, sí es bueno que en el futuro al reglamentar este punto se definan por cuántos períodos pueden postularse sucesiva o alternativamente los miembros del consejo directivo, porque en honor a la verdad también es útil que ejerzan limitadamente esa posibilidad de manera que puedan hacer uso de ella no más tres o cuatro veces y que el electorado esté previamente advertido. Pero mientras no se reglamente el asunto, EL RADICAL no encuentra censurable que un miembro del consejo someta su nombre para ser reelegido, aún si en el pasado hubiere ofrecido que no se reelegiría, situación que no es pétrea y que admite cambios de interpretación para atemperarlos a las nuevas realidades de una Universidad que a pesar de ufanarse de ser la más liberal, apenas está dando los primeros pasos firmes para que aquí se respire democracia plena.
Todo se ve positivo para la elección que concluirá el 27 de octubre, salvo por la restricción introducida por la comisión electoral, integrada por un miembro de cada Facultad, según la cual los candidatos en los debates del 18 y 24 de octubre no responderán preguntas espontáneas procedentes del público ni de los demás candidatos, dizque para no alterar el ambiente de tranquilidad que viene impulsando el rector Hernando Parra. Esa es una excusa inverosímil en una Universidad que se ufana de ser libre, pluralista y respetuosa de la opinión. Eso no pasa sino en las asambleas de las hermanitas descalzas de la caridad, pero no puede acaecer en el escenario que se predica ser el heredero del radicalismo de nuestros mayores.
¿Hay, acaso, miedo del rector de que haya discusión pública y franca sobre todo? No lo creemos, por el contrario, es la hora de demostrar que la férula del falso radicalismo que perpetuó un consejo directivo por 24 años sin que fueran ratificados en las urnas, ha dejado de existir.
El supuesto debate del 18 de octubre consistirá simplemente en las presentaciones de las listas, las cuales por lo general ya se conocen por la comunidad. Y los conversatorios de las Facultades de los días 19, 20 21 de octubre solo serán conversaciones para aclarar dudas. En otras palabras, no habrá deliberación frentera y sin obstáculos, como debe corresponder a nuestra Universidad.
Ese es el lunar negro de las elecciones del 27 de octubre, que se erige en atropello a la voluntad general de los externadistas. Queremos debates civilizados, sobre todo, sin temas vedados, y sin que los falsos defensores de la nueva administración se escuden en supuestos miedos que sabemos no alberga el rector Parra. Si hay temores de que haya auténticos debates, deben ser por parte de quienes aún añoran la desastrosa y cuestionada pasada administración, la que se fue sin pena ni gloria y sin rendir cuentas, precisamente porque la conspiración del silencio los puso a salvo.
El corrupto sistema del ¡tapen!, ¡tapen ¡tapen!, no puede convivir en los pasillos libertarios de nuestra centenaria casa universitaria. El Externado exige verdaderos debates, donde no haya que ocultar, donde todo se pueda preguntar y donde no quede nada sin responder. Quien no esté dispuesto a responder todo, que no aspire a nada. Ese derecho no lo puede amputar, además arbitrariamente, una comisión electoral integrada por unas pocas personas, quienes, aunque respetables, por sí y ante sí, se apoderaron de nuestra exigencia de confrontar civilizadamente los candidatos a consejo directivo y de paso han dado a la comunidad externadista un trato de inimputables o de los derogados interdictos.