El Externado quiere verdaderos debates de los candidatos a consejo directivo con preguntas abiertas sin libretos, sin censura ni restricciones. Quien no esté dispuesto a responder todo, que no aspire a nada.
Las cabezas de las tres listas que participarán en las elecciones para definir los representantes de los profesores al consejo directivo dieron a conocer a EL RADICAL sus principales propuestas para el periodo 2022 – 2024.
El modelo de gobernanza de la Universidad, el estatuto profesoral y sortear la crisis financiera, serán, entre otros, los temas de la agenda del nuevo directivo. Y, desde luego, entorno a ellos gravitará siempre el tema de los privilegios de los docentes de Derecho.
En Colombia las cosas no siempre han transcurrido dentro del marco de la ética y el orden jurídico. Por esto se ha planteado, desde hace más de seis años, la necesidad de institucionalizar la universidad para tener una debida organización, la transparencia en su gobierno y la definición de sus paradigmas frente a este siglo XXI.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Quienes administran bienes ajenos están obligados al “deber de transparencia”, lo que implica que la gestión se desarrolle en forma nítida, de manera que no haya lugar a duda alguna. Razón por la que sus beneficiarios pueden solicitar toda la información necesaria, lo que se ve truncado cuando no se da completa o a tiempo. Este derecho se protege también mediante la institución de la Revisoría Fiscal, de la que se exige además transparencia y profesionalismo, pero que no siempre puede hacerlo, especialmente cuando los fiscalizados de manera directa o subrepticia intervienen en su nominación. Queda el recurso al control que ejerce el Ministerio de Educación y los demás entes adscritos al mismo.
Saúl Sotomonte, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En el caso colombiano las cosas no siempre han transcurrido dentro del marco de la ética y el orden jurídico. La falta de transparencia se esconde en discursos moralistas y en el mutuo encubrimiento debido a mezquinos intereses que la sociedad de consumo y el deseo de figuración estimulan, propio de los “tiempos líquidos” de los que nos habló Zygmunt Bauman, en donde todo está permitido si responde a mis intereses personales o del grupo.
Algunas personas aprovechándose de que los sistemas de control no han podido o no han querido evitar o remediar los problemas, han desnaturalizado la finalidad de estos entes y los han creado o los han convertido en instituciones de beneficio personal y en ocasiones de orden familiar, generando abusos de poder que se pueden convertir en verdaderos actos de corrupción.
Nicolas Pinzón Warlosten fundó la Universidad como centro para la formación jurídica y de divulgación de los principios de libertad, respeto y tolerancia y nunca pensó en intereses personales para él o para su descendencia. Lo sucedieron, en su orden, los Doctores Diego Mendoza Pérez, Ricardo Hinestrosa Daza y Fernando Hinestrosa Forero, quienes cada uno a su manera llenaron de prestigio a la institución. Especialmente este último, quien con su valía y acompañado de un nutrido grupo profesoral la llevó al crecimiento y los niveles de reconocimiento nacional e internacional con la que la dejó a su fallecimiento.
Hoy lo sucede el Dr. Juan Carlos Henao Pérez, a quien le hemos planteado desde hace más de seis años, sin haberlo logrado, la necesidad de institucionalizar la Universidad para tener una debida organización, la transparencia en su Gobierno y la definición de sus paradigmas frente a este siglo XXI, para que se le reconozca por su excelencia más que por el crecimiento de la planta física y del número de matriculados.
Nuestra gran responsabilidad histórica no radica en una sucesión sino en el servicio a las presentes y futuras generaciones. Se requiere de un esquema de Gobierno actuante, que se ocupe con independencia de los varios asuntos por atender como pueden ser entre los varios: la reforma de estatutos; la entrega de información especialmente en el orden financiero; que las cuentas de la institución no se den por aprobadas con el voto de los ordenadores del gasto; que la administración no intervenga en nada en la nominación del Revisor Fiscal, sino que se devuelva la esa facultad al Consejo de Profesores; que la elaboración de las actas se haga de manera creíble y que se respete el derecho a obtener la copia de las mismas; que se tenga un estatuto profesoral en donde en materia de remuneración y estímulos impere la igualdad y no el capricho; que el Consejo Directivo pueda intervenir en la definición y estado de las inversiones y demás bienes de la Universidad; y en definitiva, acabar con ese acaparamiento personal del poder académico, patrimonial y administrativo de la institución.
Se anuncian dos proyectos importantes y necesarios: la auditoría Externa, de la que se espera pueda cumplir su encargo de la manera profesional e independiente; y la elección de un nuevo Consejo Directivo, del que exigimos absoluta independencia en su nominación y gestión.
Para que la universidad siga proyectándose como una de las mejores, es muy importante e imperativo que exista un sistema de postulación y otorgamiento de becas para estudios en el exterior absolutamente reglado, democrático y basado primordialmente en el mérito y no «Dedocráticamente».
Por un sistema democrático de becas en el exterior
Por: Jorge Fernando Perdomo.
Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Jorge Fernando Perdomo, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Muchos externadistas han sido becarios en el exterior y no cabe duda que este reconocimiento en la mayoría de los casos ha sido fruto del trabajo dedicado no sólo durante los estudios de pregrado o posgrado, sino también del alto rendimiento y buen desempeño en la actividad profesoral.
Premiar el nivel y rigor académicos ha caracterizado a la Universidad Externado de Colombia desde hace muchas décadas; el maestro Fernando Hinestrosa, a quien extrañamos por estos tiempos más que nunca, siempre tuvo una visión globalizada y moderna del estudio de las ciencias jurídicas, económicas y sociales en general, él fue el gran artífice de la formación vanguardista del cuerpo de profesores e investigadores con que cuenta nuestra alma mater en la actualidad.
Precisamente por ello y para que nuestra Universidad siga proyectándose como una de las mejores, es muy importante e imperativo que exista un sistema de postulación y otorgamiento de becas para estudios en el exterior absolutamente reglado, democrático y basado primordialmente en el mérito. No son claros hoy en día los criterios reales (no simplemente los proclamados) que se utilizan para asignar estipendios en el exterior; y como sobre ello no hay claridad o, por lo menos, no hay interés en que ésta exista, hemos venido asistiendo en los últimos meses a un escrutinio público sobre los motivos para otorgar becas y, más aún, sobre los méritos o no de algunas de las personas que hoy gozan de dicho reconocimiento. Si no hay información veraz y pública, habrá especulación y caos.
En las últimas semanas fue presentado ante el flamante Consejo Directivo de la Universidad, por primera vez y tal vez motivados por las nuevas discusiones sobre democratización que algunos hemos impulsado, una lista de las personas becadas en el exterior; si bien allí podemos ver quiénes son y qué programas están cursando, no se dice nada sobre el monto de la beca correspondiente. Esta deliberada omisión en lugar de aportar a la discusión sobre democracia en materia de becas, oscurece más el panorama, pues es deseable saber cuál es el rasero que existe para asignar montos específicos y concretos a cada becario. No se olvide que el principio de igualdad debe garantizarse aquí también.
La institucionalización y democratización del Externado son imparables. Todos los estudiantes y profesores deben saber a ciencia cierta cuándo, cómo y con base en qué criterios pueden concursar para acceder a becas y estímulos en el exterior.
Concursar presupone, por su parte, reglas generales, claras y públicas, procesos transparentes de selección y abandonar la política del dedo, la alienación y el amiguismo. Una especial consideración merecen quienes ya gozan de ese beneficio y se encuentran desarrollando su proyecto académico; ellos deben tener seguridad sobre la duración de la beca (esto no debe depender del arbitrio de las directivas de la Universidad), sobre las condiciones de su prórroga cuando ello sea necesario y del plazo máximo permitido o financiado por la Universidad. Deseable que sea la institución la que determine los ámbitos académicos donde se requiere más investigación para que hacia ellos se dirija una política institucional de excelencia e innovación.
El Externado ha sido pionero en la formación de profesores e investigadores en el exterior; no dejemos apagar esa llama y, mejor aún, avivémosla con decisión y democracia.
La automatización, la despersonalización y el estancamiento son los 3 grandes errores en lo que puede caer un profesor y que no debe. También la causa por la cual los profesores universitarios deben concentrarse en la docencia para enseñar a pensar.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
1. Automatización
A finales del año pasado, un buen amigo mío, el profesor peruano César Landa, divulgó en sus redes sociales una foto tomada en un congreso de derecho constitucional en la China, en la que junto a él aparecen un catedrático de la Universidad anfitriona y su asistente. La imágen no llamaría la atención salvo por el detalle de que el docente asistente es un robot. El aparato es capaz de hacer presentaciones sobre temas jurídicos, responde preguntas de los estudiantes, procesa muchísima más información de la que puede abarcar un cerebro humano, combina estrategias pedagógicas que difícilmente podría conocer un solo jurista, y por supuesto, no tiene reivindicaciones salariales ni es crítico del sistema universitario. Su precio es similar a lo que cuesta una beca para formar un Doctor en ciencias sociales en una Universidad europea.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
2. Despersonalización
Cada vez son más frecuentes los cursos cortos, de no más de veinte horas de clase, ya sean “asignaturas” de posgrado, o “módulos” (horrible palabro) en el pregrado. Los estudiantes ven pasar por sus aulas un elenco muy numeroso de docentes, normalmente competentes y juiciosos, de quienes después de terminado el año difícilmente recuerdan el nombre o los temas que trató. Los profesores tampoco recuerdan quiénes fueron los alumnos. Para completar el círculo, la Universidad cuenta con una amplia gama de maestros disponibles para un mismo curso. Si alguno tiene un problema de horario, deja ver alguna vanidad o simplemente no contestó al teléfono cuando lo llamaron, pues se le avisa a otro y ya.
3. Estancamiento
La tecnología está cambiando el mundo a una velocidad que las universidades no han asimilado. La formación universitaria está siendo suplida por una educación técnica más o menos informal, flexible y casi siempre computarizada, y frente a ello las Institución de Educación Superior permanecen aferradas a sus tradiciones, haciendo prácticamente lo mismo desde hace un siglo, así ahora manejen la información en computadores. “La docencia es el arte de repetir”, me decía hace años un colega que estaba en la cima de la reputación académica, mientras yo iniciaba la carrera docente. Hoy creo que tenía algo de razón, pero solo cuando no existía internet ni inteligencia artificial, y cuando tampoco había llegado a las universidades la heterogeneidad fracturada de la sociedad de nuestros días.
Automatización, despersonalización, estancamiento. ¿En qué quedamos los profesores ante ese panorama? ¿Fichas reemplazables por un colega que tal vez hayamos visto solo un par de veces, o por una máquina mucho más eficiente que nosotros para manejar información? ¿Cuál es la utilidad social del “arte de repetir”?
Estoy convencido de que estos desafíos se pueden responder, sin pesimismo, dejándole a las máquinas lo que hacen mejor y concentrando la docencia en aquello para lo que los profesores universitarios podemos ser especialmente buenos: derrumbar dogmas, despertar el espíritu crítico de los estudiantes y de la sociedad, señalar las injusticias de nuestros tiempos y buscarles alguna solución, abrirle perspectivas intelectuales a los que pasan por las aulas, ser rigurosos, correctos y empáticos. En tres palabras: enseñar a pensar.
En mi recorrido universitario pasé por algunos profesores irrelevantes, eso es inevitable, pero declaro con orgullo estar hecho del material que abrieron para mi mente varios maestros sin los cuales no me reconocería. Algunos ya fallecieron, otros aún viven, y a todos les tengo afecto y gratitud eternas. Ellos saben quiénes son.
A diferencia del Externado, se puede observar, realizando una revisión de los programas ofertados por las distintas instituciones en Colombia, que están haciendo grandes esfuerzos por ofrecer carreras de formación relacionadas con analítica de datos, big data, inteligencia artificial, blockchain, entre otros; pareciera una batalla de quien está a la vanguardia de nuevos conceptos y programas.
¿Qué tan lejos estamos de la Universidad del futuro?
Por: Sandra Ortiz.
Profesora de la Universidad Externado de Colombia.
En mayo se celebró en Salamanca (España), el encuentro: “Universidad, Sociedad y Futuro”, donde se reflexionó sobre la Universidad del Siglo XXI y particularmente la Universidad del Futuro, en el marco del VIII centenario de fundación de esta institución.
El evento académico giró en torno a los efectos de la revolución tecnológica, de cómo las universidades observan estos fenómenos y cual es la respuesta que desde la educación puede darse a las permanentes transformaciones en los mercados y en la forma como los individuos se relacionan, no solo con sus congéneres y con su entorno social, producto de los desarrollos de las tecnologías disruptivas y sus aplicaciones.
Sandra Ortiz, profesora de la Universidad Externado de Colombia.
De las reflexiones y conclusiones del mencionado encuentro, surgen diversas preguntas sobre el futuro de la educación y del papel de las universidades en Colombia, interrogantes como: ¿El modelo actual de formación y estructura de estas instituciones puede dar respuesta a los retos de la revolución digital? ¿Se puede hablar de universidades para el tercer milenio? o ¿Cómo evitar que se aumente la brecha digital, en una sociedad tan desigual como la colombiana?
El cambio requiere persistencia y modificación de la cultura organizacional, es una revisión de los atributos y fortalezas que se tienen, para que de esta manera se puedan generar transformaciones. La respuesta evidente es que las universidades deben pensar diferente, para ser la Universidad del Futuro y para ser más competitivas en el contexto mundial.
Se puede observar, realizando una revisión de los programas ofertados por las distintas instituciones en Colombia, que están haciendo grandes esfuerzos por ofrecer carreras de formación relacionadas con analítica de datos, big data, inteligencia artificial, blockchain, entre otros; pareciera una batalla de quien está a la vanguardia de nuevos conceptos y programas.
Primero es necesario comprender, antes de iniciar esta carrera por la conquista de nuevos mercados, qué es la digitalización, la transformación y la innovación y cómo la Universidad debe adecuarse al alumno y no éste a ella y a su modelo tradicional.
Lo anterior, determinará qué aspectos deben ser modificados en un corto, mediano y largo plazo. Esto implica, en primera medida, un proceso arduo de adecuación de la estructura de cada Universidad colombiana y de cómo pueden generarse alianzas con otras instituciones para generar un diálogo armónico respecto a los desafíos provenientes de esta revolución, de un nuevo proceso de formación de los docentes, de una transformación en la forma en que se dictan los contenidos y de cómo se accede a ellos, donde la educación virtual juega un papel trascendental en este proceso de evolución del sistema educativo, convirtiéndose en la piedra angular para la disminución de la brecha digital.
Es momento de analizar en cuánto ha contribuido las universidades en cerrar esa brecha con contenidos digitales para la población que no tiene la capacidad de desplazarse a las ciudades para iniciar su proceso de formación y de qué programas se requieren para apalancar nuevos procesos de emprendimiento.
La innovación no tiene que ver con la tecnología, es esa capacidad que tiene cada organización de reinventarse, de aprovechar su capital humano, de ser creativos, de revisar lo que ha hecho y hacerlo de otra manera, incorporando nuevos elementos.
La educación siempre será el mejor instrumento para la consolidación de una mejor sociedad. Por lo tanto, es necesario efectuar una revisión del modelo actual de las universidades colombianas, contrastarlo con el mercado y de esta manera articular una estrategia qué de respuesta a la digitalización de la educación, del futuro de la investigación y de cuál es el aporte y papel de estas instituciones en la sociedad compuesta con individuos cuyo entorno ha cambiado radicalmente y su manera de interactuar con el mundo a través de una pantalla.
Le corresponde a estas instituciones, en su proceso, formar ciudadanos que puedan dar respuesta a las diversas problemáticas sociales que van más allá de la formulación de algoritmos y de cómo estos son interpretados por las máquinas.
Es claro que son más los desafíos y muchos los interrogantes donde las alma mater juegan un papel de vital importancia, es allí donde se construirá la Universidad del Futuro.
Tal como se indicó en la Declaración de Salamanca: “Es una prioridad que los líderes educativos no solo conozcan sino que lideren esta revolución, anticipando cambios de paradigma en función de las nuevas realidades imperantes”.
La paz se llevó a cabo a base de promesas que ponen en aprietos al gobierno y, por tanto, nace una preocupación: “si no alcanza el dinero para atender tantos frentes de acción, muy seguramente volveremos a padecer la misma zozobra que vivíamos antes de la firma de la paz, porque ella se ha construido más de sueños que de realidades”.
La vieja costumbre de ensillar la bestia antes de comprarla
Por: Jairo Ramos Acevedo.
Graduado de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Jairo Ramos Acevedo, graduado de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Desde hace algunos meses, en forma velada, el Gobierno del Presidente Iván Duque viene aplicando el instinto animal del avestruz: meter la cabeza en la arena del desierto cuando se avecina el tornado de arena. Esto a propósito de las críticas que ha recibido el Centro Democrático –partido gobiernista– en relación a la etapa del posconflicto.
Este Gobierno, formado por limitantes contradictores abiertamente al santismo, sumado a buena parte de la población, se resistía a creer que las FARC-EP iban a dejar las armas y el negocio del narcotráfico, la explotación ilegal del oro y del basalto desde el momento en que se firmó la paz.
Pero la realidad es que durante varios lustros los colombianos vivimos en un subdesarrollo donde la miseria, el abandono del campo, las inequidades salariales y la destrucción de la naturaleza son la causa de la inconformidad social que impulsó el surgimiento de esos grupos guerrilleros y de toda clase de delincuencia organizada como las Bacrim. Es claro que jamás ningún Gobierno se ha inmutado para erradicar de raíz esos problemas que han causado una violencia histórica, argumentando que el Estado no cuenta con suficientes recursos presupuestales para atenderlos.
Sin embargo, ahora parece que si hay dinero para resolver los requerimientos que de manera forzada ha impuesto las FARC-EP. Entre su catálogo de exigencias sobresale, por ejemplo, atender de manera urgente el campo colombiano, brindando a los campesinos desplazados tierras para que las exploten económicamente mediante el otorgamiento de créditos y ayuda técnica-agrícola subsidiada; la erradicación de la pobreza que se ubica en las zonas periféricas de las ciudades; y brindar trabajo a esa población flotante que vive en la informalidad.
Resulta que después de la firma de la paz, según cifras oficiales, se han reincorporado a la vida civil más de 60 mil hombres y mujeres –aclaro, no a la vida productiva–, dedicados exclusivamente desde hace varias décadas a vivir en la selva de manera contemplativa, envueltos en la alucinante manigua de la cocaína y la marihuana; educados y adiestrados para la guerra y no para la paz, desconociendo permanentemente el Estado Social de Derecho.
Ahora, en la etapa del posconflicto, el Gobierno afirma que ellos –los exguerrilleros– deberán adecuar sus acciones y conductas al bienestar social del país. Pero esto sin duda tiene un costo y muy alto.
Algunos quieren olvidar esa horrible noche en que han estado inmersos y saldar cuentas con la justicia, mediante la reparación integral de los daños cometidos a la sociedad. Esto implica el sometimiento de los jefes del comando central, además conlleva sanciones punitivas y cárcel. Para los demás actores del conflicto, se contemplan penas alternativas, ya que no se cuenta con los recursos económicos suficientes para alimentar y sostener a esos excombatientes desmovilizados, de los cuales muchos de ellos tienen antecedentes judiciales, imposibilitando a las empresas vincularlos laboralmente.
Esto demuestra que no es nada fácil la tarea que debe emprender desde ya el Gobierno, para lo cual debe contar con un inmenso rubro presupuestal con el fin de atender los gastos que demanda el cumplimiento de los acuerdos firmados en La Habana.
Es claro que muchos son apáticos e incrédulos de que se alcance ese anhelado propósito y cuestionan: ¿De dónde va a sacar el Gobierno tanta plata para cumplir con las sentencias proferidas en su contra, a raíz de los falsos positivos; cómo va a sostener la implementación de un tribunal especial para la paz para lograr la retractación de los jefes guerrilleros; y de dónde va a sacar para crear una unidad de búsqueda de los desaparecidos o para ampliar y construir más cárceles?
En conclusión, si no alcanza el dinero para atender tantos frentes de acción, muy seguramente volveremos a padecer la misma zozobra que vivíamos antes de la firma de la paz, porque ella se ha construido más de sueños que de realidades.
En otras palabras, los colombianos somos muy folclóricos cuando ensillamos la bestia mucho antes de comprarla.
El Externado ha sido renuente en establecer un procedimiento regular para la atención de casos de violencia de género, el cual debe contar con diferentes vías de denuncia y protección a la víctima con la existencia de un comité especializado con presencia estudiantil, profesoral y directiva de la Universidad para supervisar y tomar medidas, respetando siempre el derecho de contradicción y las demás garantías del debido proceso.
Es hora de erradicar el acoso de las aulas del Externado
Por: José Fernando González.
Estudiante de tercer año de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
José Fernando González, estudiante de tercer año de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Uno de los retos más grandes que existen actualmente dentro de las universidades es la lucha contra el acoso sexual dentro de las aulas. Éste, se entiende como aquellos comportamientos y conductas en función del sexo, de carácter no deseado y ofensivo contra la víctima, como contactos físicos e insinuaciones, observaciones de tipo sexual y exigencias sexuales, verbales o de hecho.
Genera, sin duda, un sentimiento de humillación e intimidación sobre la víctima, la cual, en su gran mayoría, resulta siendo una mujer.
Este tipo de conductas deben ser inaceptables en todas sus formas, en especial en un espacio como el universitario, donde los estudiantes debemos sentirnos seguros para poder explotar todo nuestro potencial intelectual. Infortunadamente, esta problemática ha sido ignorada debido a las dinámicas de poder entre la víctima y su victimario, que en algunas situaciones puede ser una persona que ostente una posición de autoridad sobre la acosada, ya sea un profesor, directivo, jefe, etc.
Precisamente por ello, los colectivos estudiantiles no han parado de exigir que este sea un asunto debidamente tratado por la ley y por las instituciones, las cuales han sido muy negligentes en regular su tratamiento y procedimiento, considerando que lo reglamentado en la vía laboral se queda corto para las realidades de una estudiante víctima de acoso por su profesor. En consecuencia, se ha identificado la necesidad de realizar vías de acción al interior de las universidades para denunciar y seguir este tipo de casos, generando diferentes protocolos para asuntos relacionados con acoso, maltrato y discriminación, entre otros.
De tal necesidad son estás vías de acción, que la Corte Constitucional en la T-239/18 exhortó al Ministerio de Educación a determinar las obligaciones de las universidades en estas cuestiones y a establecer un procedimiento regular para la atención de casos de violencia de género. Aunque ya varias instituciones cuentan con un protocolo de atención, otras han sido renuentes en cumplir con la tarea, incluyendo el Externado, en el cual diferentes grupos estudiantiles han exigido a Bienestar Universitario y la institución misma crear una vía de atención especializada para estos casos, sin recibir verdaderas respuestas.
Un futuro protocolo de atención debe contar con diferentes vías de denuncia, protección a la víctima con la existencia de un comité especializado con presencia estudiantil, profesoral y directiva de la Universidad para supervisar y tomar medidas, respetando siempre el derecho de contradicción y las demás garantías del debido proceso. Sin embargo, la creación de éste en el Externado se dificulta con la falta de un estatuto profesoral que regule de forma abierta y clara la relación docente-estudiante.
Si bien existen obstáculos e intereses para mantener el silencio acerca del acoso sexual, el Externado como una Universidad basada en el respeto y libertad, necesita que sus estudiantes, profesores y funcionarios cuenten con las garantías suficientes de que la institución es un espacio libre de acoso, en la que se pueden gozar de todas las posibilidades que les ofrece a las y los estudiantes esta gran casa de estudios.